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Las Plumas

De política y cosas peores

El sábado festejamos 50 años de que los Daneses del Ateneo ganaron por primera vez el campeonato absoluto en su categoría


"Me gustan los autos convertibles -decía la linda Daisy Mae-. Te dan mucho más espacio para subir las piernas". (No le entendí). Después del beisbol mi deporte favorito es el futbol americano. Me aficioné a él desde los tiempos del bachillerato, cuando iba al viejo Estadio Saltillo a vitorear a los Daneses del Ateneo Fuente, mi colegio. El coach de los rojiblancos era don Juan Lobato, hombre de recia personalidad. Antes de empezar un juego hacía que sus jugadores hincaran una rodilla en tierra, el casco en las manos, y luego les decía, lleno de piadosa unción: "Muchachos: vamos a rezar un padrenuestro para que el Señor nos proteja y cuide también a los miembros del otro equipo, que no son nuestros enemigos, sino compañeros nuestros en un juego caballeroso y limpio". Terminaba la devota oración el coach Lobato, se santiguaba, se ponía en pie y luego clamaba con fiera voz de trueno: "¡Ahora sí, muchachos! ¡Vamos a partirles toda su madre a esos!". Alentaba siempre a los Daneses en sus juegos un inolvidable y querido sacerdote, Jorge García Villarreal, el Chapo, quien solía decir en broma que el padre con el que se llevaba mejor era el Padre Kino, una marca de vino tinto. En el tiempo en que tuve la honra de ser director del Ateneo, el coach del equipo fue uno de los hombres de mayor calidad humana que he conocido: Jorge Castro Medina. Al hacerme cargo de la dirección del glorioso colegio recogí la inquietud de los padres de los jugadores, quienes se quejaban de que por dedicarse al futbol sus hijos descuidaban los estudios. De común acuerdo con el coach Castro implanté una medida draconiana: quien no tuviera un promedio general de calificaciones superior a 7.5 sobre 10 automáticamente saldría del equipo. En el primer examen semestral, y en los que le siguieron, todos los jugadores obtuvieron promedios superiores a 8. Ahora bien. Este pasado sábado celebramos 50 años de que los Daneses del Ateneo ganaron por primera vez el campeonato absoluto en su categoría. Con todas las precauciones del caso asistimos a ese nostálgico reencuentro convocados por el ingeniero Alfio Vega de la Peña, quien fue extraordinario jugador y es ahora ejemplar funcionario. En la emotiva ceremonia donde se pasó lista a todos los miembros del equipo, presentes casi todos, ausentes ya algunos de ellos, estuvieron también el licenciado José Luis Dávila Flores, capitán del equipo, hombre dinámico, culto y generoso, y el arquitecto Roberto Ramos del Bosque, magnífico presidente de la Sociedad de Alumnos del plantel en aquel año. Recibimos una casaca y una gorra conmemorativas, cada jugador con su nombre y el número que tuvo en el equipo. Las mías decían: Catón, # 1. No está mal para quien en sus años de preparatoriano fue un alfeñique de 45 kilos. He aquí otro regalo de la vida; he aquí otra muestra de la bondad de quienes ayer fueron mis alumnos y hoy son mis amigos. Don Chochito y doña Pasita, esposos de la tercera edad, estaban en la sala de su casa, cada uno en su respectivo sillón. De pronto doña Pasita se puso en pie. Sin decir palabra fue hacia su marido y le dio un fuerte tortazo en la cabeza. Don Chochito preguntó, al mismo tiempo dolorido y enojado: "¿Por qué hiciste eso?". Respondió doña Pasita: "Estuve recordando, y te pego por haberme dado 50 años de mal sexo". Don Chochito quedó mohíno y atufado. Poco después, sin embargo, se levantó, fue hacia su mujer, y con el libro que estaba leyendo le dio un librazo en el occipucio. Doña Pasita preguntó, furiosa: "¿Por qué hiciste eso?". Replico don Chochito: "Por conocer la diferencia". FIN.