"Sacramentum caritatis"

En Semana Santa se valora la Santa Eucaristía; de este memorial de su pasión, es el don que Jesucristo hace, revelándonos el amor infinito de Dios

"Sacramentum caritatis"

"Sacramento de la Caridad", [Cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, III, q. 73, a. 3.] nombre de la exhortación apostólica postsinodal, que recoge las conclusiones del sínodo de 2005, firmada por el Papa Benedicto XVI en el 2007.

Hace 20 años de la XI Asamblea General Ordinaria del sínodo de los obispos del mundo entero, presididos por el Papa Benedicto XVI, con el tema "La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia", destacando la centralidad de la Eucaristía en la Iglesia, yo lo había dicho previamente el Papa San Juan Pablo II, en el documento "Ecclesia de Eucharistia" ("La Iglesia Vive de la Eucaristía", 17 de abril de 2003); que dio pie a tema de estudio en el siguiente sínodo de ese tiempo.

CARÁCTER SACRIFICIAL DE LA EUCARISTÍA

El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: "Esto es mi cuerpo que será entregado por todos" y "Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que será derramada por muchos" (Lc 22,19-20).

La Santa Misa es un sacrificio incruento, es decir, no se contempla el cuerpo de Cristo como en el Calvario, sino que se presenta bajo las apariencias de pan y vino. Es sacrificio de alabanza y acción de gracias, pero también de propiciación e impetración (suplicar, implorar, rogar, pedir). Es un memorial sacrificial en el que se perpetúa el sacrificio de la cruz. Es el sacrificio de la Nueva Ley.

En Semana Santa se valora la Santa Eucaristía, por la institución en la Santa Misa, de este memorial de su pasión, en la Última Cena, Jueves Santo, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre.

Entender a fondo este misterio eucarístico a la luz de los relatos de la pasión en este año 2025, ciclo C, según San Lucas en el Domingo de Ramos y en los Viernes Santos siempre escuchamos la Pasión de Cristo según el evangelista San Juan, textos bíblicos que nos llevan de la mano a su entrega voluntaria, que Él mismo había dicho: "Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad" (Jn. 10,18).

De aquí hay mucho que aprender, pues no es la resistencia al sufrimiento como se supera, sino asumiéndolo para ofrecerlo al Señor, logrando pasar a la aceptación de lo que no se puede cambiar, donde la vivencia de la vocación es la cruz que con amor debemos cargar, como Él cargó su cruz y nosotros estamos invitados a seguir sus pasos, aprendiendo a abrazar y amar la cruz; pues cambia la manera y el sentido propio de la vida, dar, darse todos los días... día a día.

LA EUCARÍSTÍA: FUENTE Y CULMEN DE LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA

No podemos olvidar esta verdad, que quiero parafrasear, pues "la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace a la Iglesia", en la misión tenemos que incorporar la idea que, evangelizamos para comulgar y comulgamos para evangelizar. La misión consiste en traer a todos a Cristo Jesús, presencia real en el Santo Sacramento de la Eucaristía.

Entre los tres sacramentos de la iniciación de la vida cristiana está el Sacramento de la Comunión, que no podemos reducir la idea que se trata solo de comulgar o consumir el Pan Eucarístico, nos reduciríamos a esa idea de un obispo  de otra Diócesis en un evento nacional, nos advertía a no convertirnos en un "pueblo-traga-hostias", no involucrando la verdadera comunión con Jesús, comulgar (y vivir) con sus ideas, donde la fuente de vida y fuerza está en la comunión eucarística, comulgarlo, adorarlo para difundirlo.

Las megamisiones diocesanas y las micromisiones parroquiales, tienen que tener este faro orientador: traer y atraer a todos a Jesús, lograr que los misioneros enamorados de Jesús, quieran que todos conozcan a Jesús, de manera personal, su amor eterno e incondicional, su poder liberador del pecado y sus consecuencias. Al punto que los católicos alejados o los no religiosos y ateos, anhelen esa "sed" que tiene Dios de nosotros, para que, al experimentar su amor, desear estar en comunión interna (cuando comulgo) y externa (cuando le adoro en el Sagrario), vivamos como consecuencia el dar testimonio donde estemos.

Hay que buscar por todos los medios y con todas las fuerzas, la manera de quitar los obstáculos para entrar en comunión con Él, renunciando al pecado por medio de la confesión, poniendo en orden la vida, rompiendo con la vida de adulterio, acercándose al juzgado de lo eclesial si es que una pareja de divorciados vueltos a casar para verificar la validez del sacramento previo o casarse por la Iglesia si nada impide este paso de entregarse al Señor bajo su bendición en el Sacramento del Matrimonio.

"TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL": LA COMUNIÓN (CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA)

El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el Sacramento de la Eucaristía: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53).

Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme".

LA EUCARISTÍA Y EL SACERDOTE: UNIDOS INSEPARABLEMENTE POR EL AMOR DE DIOS

La congregación para el clero en la curia romana, nos entregó una carta en el 2003, con el título de esta unidad inseparable, si necesitamos más sacerdotes, requerimos humildemente suplicarle al Señor nos conceda más jóvenes que respondan al llamado que ya les ha puesto en el corazón, pero que por vivir en una sociedad ruidosa y dispersa, es mucho más difícil escuchar la voz de Dios que "habla quedito", en "voz baja", que implica promover momentos de silencio y a solas, para poder escuchar que él ama a quien llama, que capacita a los llamados, porque a veces los capacitados no responden a su llamado.

El dato estadístico dramático que el Jueves Santo, nuestro señor obispo nos presentaba la proporción de sacerdotes y católicos en la Diócesis, que es muy probable, que muchos hermanos morirán sin tener los auxilios sacramentales como la unción de los enfermos y recibir el último viático para pasar de esta vida a la otra. El Señor nos conceda más sacerdotes que puedan asistir en el momento del último combate espiritual por conservar el alma para Dios y no para el infierno.

Sí es grave la situación, amemos a nuestros sacerdotes orando por ellos, agradezcámosle por su entrega, pues son dispensadores de las gracias de Dios, en los sacramentos y sacramentales, pide bendición por ellos en vez de criticarlos, pues los sacramentos no es un derecho que tenemos, es una gracia debido a la gran misericordia.

Si la Eucaristía es misterio de fe, este misterio fue propuesto a la fe de la Virgen María y de su parte fue acogido de la manera más perfecta. Dividiendo con nosotros sacerdotes su fe, María Santísima nos ayuda a asumir nuestra responsabilidad en difundir la Eucaristía para la vida de la Iglesia y nos exhorta: "hagan todo lo que Él les diga" (Jn. 2,5).

OREMOS

"María Santísima, mujer Eucarística, que no negaste a tu hijo Jesús ni a los pastores, a los reyes magos, o a las personas del templo, permitiendo que le adoren y conozcan, desde el nacimiento, hasta ese momento tan difícil al pie de la Cruz, donde veías como Él se entregaba y tú con Él, pues dos corazones tan unidos y vinculados en el amor, padecen con gran dolor el ofrecimiento que da vida.

"Señor Jesús, gracias por cumplir tu promesa del día de la ascensión, de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y lo cumples en la Eucaristía, ahí está tu santa presencia, esperándonos dispuesto a escuchar y abandonar todo a tus manos, aunque estás presente en todos lados, has querido estar no solo espiritualmente, sino tu cuerpo, sangre, alma y divinidad en cada bendita hostia consagrada."

"Espíritu Santo, fuente de luz, ilumínanos, para ver con ojos diferentes cuando comulgamos, pues tu eres Señor y dador de vida, que hace presente a Jesús en la Eucaristía, cuando el sacerdote te invoca para que desciendas sobre la ofrenda del pan y el vino; también nosotros queremos ser pan eucarístico en las manos de Jesús, para que nos tome en sus manos, nos bendiga, no parta y nos reparta con nuestros prójimos en el amor."

"Padre misericordioso, gracias por el ministerio sacerdotal, te suplicamos que vuelvas a enamorar a los sacerdotes que están desolados, corrijas a los que están pecando, fortalezcas a los que están débiles, sanes a los que están enfermos y afiances a los que están dudando en su fe, levanta sacerdotes santos, para que entonces haya comunidades santas, impactando en la sociedad que clama justicia y verdad en las calles y en las noticias."

Amén.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

saulportillo@hotmail.com