La protección del fuero

Exdeportistas en política

La protección del fuero

Cuauhtémoc Blanco sigue en el ojo del huracán. Y estará allí todavía buen rato, por más que, en la gloriosa Cámara de Diputados a la que pertenece como legislador, lo hayan eximido recientemente de la presunción delictiva que se le achaca. El fuero como gracia legislativa sirve precisamente para eso. Como se sabe, una media hermana suya acusó al exfutbolista de violación en grado de tentativa.

Sin duda, esta es una acusación seria. Pero que también primero habría que convalidar en hechos. Pero eso fue lo que evitó a toda costa el también exalcalde de Cuernavaca y exgobernador de Morelos. Dicho de otra manera, necesitaba renunciar al fuero que ostenta como diputado federal y someterse a una investigación como ocurre con todo presunto de una acción que importe deslindar sin asomo de duda.

Pero para eso necesitaba alejarse de su curul en la Cámara. Sin embargo, lo que sí ocurrió (como en los viejos buenos tiempos del sistema político) fue que la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados ignoró la solicitud de desafuero que en contra de Blanco planteó la Fiscalía de Morelos por intento de violación. Y así el exgoleador se quedó con su fuero, es decir, muy orondo, a salvo del trámite que le habría obligado a tener que replicar la acusación que pesa en contra suya.

Asombra, empero, la facilidad operativa con que en la Cámara de Diputados se llevó a cabo este procedimiento, sin que en realidad se tomara en cuenta la seriedad o los alcances del tema por el que procedía el desafuero del legislador en mención. A propósito: ¿en cuántas discusiones legislativas, de las que se consideran "vitales" para el país, habrá participado alguna vez el diputado Blanco?

El caso es que valdría la pena meditar en la utilidad o conveniencia de que exdeportistas profesionales lleguen a la política en un momento determinado, con el real o presumible fin de aprovechar su popularidad o reconocimiento ciudadano. Aunque regularmente suele ocurrir que quienes vienen del mundo deportivo a cumplir tareas legislativas o gubernamentales, a menudo no tienen la aptitud o la calificación para el ejercicio de la política o la administración pública.

Sucede exactamente lo mismo en tratándose de artistas o cantantes. México debe ser uno de los pocos países donde es común que la actividad política trate de beneficiarse o aprovecharse de la popularidad de ciertas figuras de la farándula con fines electorales. En Estado Unidos se llegó al extremo de que un exactor (no muy laureado por Hollywood) ocupara incluso una gubernatura y luego la Casa Blanca. ¿Recuerda usted a Ronald Reagan? Pero también allá un exjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) arribó a la presidencia. ¿Se acuerda usted de George Bush (padre)?

En México no se han generado hasta ahora hechos similares a los que se comentan, por lo menos en el mismo nivel de personajes y cargo que pretendieron y ganaron en elecciones, pero sí muchos otros en un rango político menor. Puede razonablemente convenirse que, en la política mexicana, siempre se ha creído que un triunfador en canchas deportivas o arenas pugilísticas, puede o debe ser un buen candidato para por lo menos ocupar un lugar en las Cámaras legislativas, de preferencia aquella donde están los diputados.

La presunción al respecto no siempre resulta válida. Y allí está el caso del exfutbolista Cuauhtémoc Blanco. Si bien debe reconocerse que este personaje no puede ser visto del todo como un principiante político. Recuérdese, como quedó dicho, que antes que diputado fue presidente municipal y gobernador. Estos son dos puestos electorales de suyo importantes y se supone que algo debe aprender quien los desempeñe, incluso con buena o mala gracia.

Mientras tanto, en lo inmediato, la política como tal sigue su curso de una u otra manera. Y sobresale en este contexto el posicionamiento un tanto escandaloso que ha venido logrado el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, quien, cuando no está en una querella con alguien, está en otra con un interlocutor distinto. No resultaría exagerado postular que así son casi todos sus días. Hoy lo envuelve una crítica desfavorable por el costo del viaje reciente que hizo a Francia en tareas oficiales.

La senadora sonorense Lilly Téllez lo emplazó a que dijera cuánto dinero costó ese viaje y lo devuelva. En el ínter utilizó dos términos en extremo bastantes rudos en el tenor de su reclamación contra Noroña, quien, por lo visto, tendrá que seguir reiterando cómo costeó su viaje a Estrasburgo para tomar parte en la Conferencia Europea de Presidentes de Parlamentos. Hay que reconocer que el suyo fue un desplazamiento en el que ni oportunidad tuvo de hacer turismo político o legislativo. Debió regresar pronto al país.

armentabalderramagerardo@gmail.com