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Las Plumas

"El Cocoy"

Así le decía "La Mini", su mamá, a su pequeño, quien durante la gestación sufrió a causa de las drogas que ella consumía

Jesús Huerta Suárez

Conocí al "Cocoy" cuando tenía dos años de nacido; era el hijo menor de la Minerva, "La Mini", como le decían, y era vecina de unos colegas de la universidad que vivían a la vuelta del Lienzo Zermeño, en Guadalajara, Jalisco.

"El Cocoy" no se parecía en nada a sus hermanos y, contrario a lo común, el niño no estaba bonito; y es que no tenía cara de niño, sino de adulto tipo anciano. No era nada bonito. En su enorme cabeza con poco pelo, muy lacio y finito, una frente todavía más grande que terminaba en un par de ojos pipisquis. Se puede decir que no tenía pestañas, pero sí unas tremendas ojeras color berenjena que le llegaban a medio cachete y que contrastaban con lo amarillento de su piel.

El pobre no podía dar más de tres pasos sin caerse. Sus piernas largas, delgadas y curvas parecía que iban a quebrarse en cada caída, y si lo querías levantar, se enojaba. La familia decía que era muy corajudo y que no le gustaba que le hicieran cariños. Sus padres nomás lo veían de lejos y decían “Ay, 'Cocoy', qué va a ser de ti”, y se reían, mientras se tomaban unas cervezas.

A "La Mini", su madre, no le gustaba cargarlo porque decía que más tardaba en cambiarse a que el niño se volviera a vomitar. Si no eran vómitos, era diarrea, pero "El Cocoy" siempre estaba sacando algo del cuerpo.

Su padre se veía tan débil, que daba la impresión que no lo podía. Ellos habían sido de dinero, según contaban, pero que habían hecho malas inversiones y les había ido mal, pero ahí la fiesta nunca se acababa…

Cuando "El Cocoy" cumplió tres años le compraron un pastel y pusieron unos globos en las paredes, y cuando mis compañeros y yo pasamos por el corredor principal "La Mini" nos gritó, —¡Pásenle, pásenle, que "El Cocoy" está cumpliendo años y no ha venido nadie a felicitarlo. Vengan a comer pastel!

Y cómo negarse con tan calurosa invitación. Llegamos y nos dio una cerveza a cada uno. Ella andaba iluminada de tanto farolazo que se había metido, y fue que nos soltó, entre trago y trago, que le decía "Cocoy" al niño porque todo el embarazo se la había pasado metiéndose cocaína y fumando base; por eso, "Cocoy" de cariño, en alusión a la coca, y que por eso el niño estaba así, deforme, corajudo, pálido y enfermizo…—, Y verán cómo me dolió parirlo al desgraciado—, aseguró, y soltó la carcajada mientras encendía las velitas del pastel.

“Duérmete niño, no llores, limpia las lágrimas de tus ojos que aquí estás seguro en tu cama, todo fue una pesadilla”: Queensrÿche

Jesushuerta3000@hotmail.com