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Las Plumas

De políticas y cosas peores

Alguien que se asume de izquierda debería esgrimir postulados de la hoz y el martillo, pero dice y hace cosas que lo acercan más al yunque


"Está bien, pero lo haremos en la más absoluta oscuridad, de pie sobre una hamaca y sin usar las manos". Eso le dijo Susiflor a Pitorrango, que le había pedido realizar con él la consabida unión carnal. El lascivo galán se sorprendió. "¿Por qué quieres que lo hagamos en forma tan difícil?". Explicó Susiflor: "Para que no vayas a pensar que soy una mujer fácil". Capronio, lo sabemos, es un sujeto ruin y desconsiderado. En el campo de golf hizo un tiro, y la pelota golpeó en la nuca a su suegra, que cayó al suelo privada de sentido. Acudió prontamente el médico del club y tras un breve examen dictaminó que pronto la señora volvería en no. (Ya la conocía). "Lamentable accidente -le dijo a Capronio-. Pero no pude menos que notar que su suegra tiene otra pelota incrustada entre sus dos hemisferios posteriores". Manifestó el vil individuo: "Fue mi tiro de práctica". Soy un ferviente admirador de Mario Vargas Llosa. Al decir eso, bien lo sé, me aparto de lo políticamente correcto, pues al autor de "La ciudad y los perros" se le considera derechista, y desde hace mucho tiempo lo aceptable entre la mayoría de la intelectualidad latinoamericana es exaltar a los que escriben con la izquierda, por más que cobren con la derecha. En nuestros días esas gastadas etiquetas -derecha, izquierda- se han puesto muy borrosas. Alguien, por ejemplo, que se asume de izquierda, debería esgrimir postulados de la hoz y el martillo, pero dice y hace cosas que lo acercan más al yunque, como sus angelicales homilías evangélicas, su oposición a las organizaciones feministas, su resistencia a la diversidad sexual, etcétera. Yo pienso que Vargas Llosa está más allá de clasificaciones que a final de cuentas son elementales, por lo simplistas y maniqueas. Lo veo como un liberal en el sentido moderno del término, o sea, alguien que pone la libertad individual por encima del poder del Estado o de cualquier noción colectivista que anule a la persona y la ponga al servicio de un caudillo, un sistema o un régimen. A esa misma especie pertenece Enrique Krauze, a quien también admiro y que igualmente es objeto de la inquina. Afirmar una supuesta decadencia de Vargas Llosa es supino despropósito. Bien ha hecho el gran escritor en ignorar esa disparatada arremetida. Pero en fin: es un honor ser así atacado.Dulcibella, lánguida joven semejante a la protagonista de "María", la romántica novela del colombiano Jorge Isaacs, casó con Libidio, hombre salaz, concupiscente y lúbrico. Ya acostados los dos en el tálamo nupcial, la tímida desposada le pidió, ruborosa, a su flamante marido: "Te ruego que seas tierno y delicado al consumar nuestro matrimonio, Libi. Recuerda que soy débil de corazón". "No te preocupes -la  tranquilizó el lujurioso galán-. Las partes en donde voy a andar se encuentran bastante lejos de esa víscera". (Nota. Poco romántico el cabrón, si me es permitido el incivil vocablo). Don Valettu di Nario, señor de edad madura, se jactaba de su buena condición física. "Tengo 80 años -presumía- y no he dejado de perseguir mujeres". Alguien le preguntó con intención traviesa: "¿Y las alcanza, don Valettu?". "Algunas veces -replicó el  añoso caballero-. Pero luego ya no recuerdo para qué las perseguía". En la plaza del pueblo un invidente imploraba la caridad pública. Pedía con lamentosa voz: "Una limosna para este infeliz privado del más grande placer que gozan los humanos". Lo oyó la señorita Himenia y le dijo a su amiga Celiberia: "¡Pobre hombre! ¿Por qué lo castrarían?". FIN.