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Las Plumas

De política y cosas peores

Hace unos días la señora vida me hizo un precioso regalo. He aquí que por primera vez en su historia mi ciudad tiene ahora su propia compañía de ópera


Hay que decirlo con todas sus letras: a veces la vida es muy cabrona. Te da golpes que te dejan el corazón como perro atropellado, y a ti sin ganas de seguir viviendo. Si no le mientas la madre es porque luego se pone cariciosa y te envía momentos como ése que hizo decir a Fausto: "Verweile doch! ¡du bist so schön!". ¡Detente! ¡Eres tan bello!". Muchos de esos instantes me ha dado a mí la vida, por eso le perdono que en ocasiones me trate con rudeza innecesaria, y que asimismo se porte mal con aquéllos a quienes quiero y que me dan su amor. Para compensar esos pesares, que por lo demás son parte del paisaje de este valle de lágrimas, hay goces -gozos- que me han acompañado desde que era un aturdido aprendiz de ciencias y artes del vivir. Uno de ellos, entre los favoritos, es la ópera, ese género hermosamente absurdo, gloriosamente extravagante, en que la gente canta en los umbrales de la muerte o da un do de pecho con un puñal clavado ahí mismo. No llegaré al extremo de decir que siendo adolescente me entregué a placeres solitarios oyendo a la Callas o a Tebaldi, pero sí que esas divas ocuparon el lugar que en mi infancia católica tuvieron Santa Rosa de Lima y Santa Teresita del Niño Jesús. Hace unos días la señora vida me hizo un precioso regalo. He aquí que por primera vez en su historia mi ciudad tiene ahora su propia compañía de ópera. Sucede que el todavía flamante alcalde de Saltilllo, ingeniero José María Fraustro Siller (tomó posesión de su cargo apenas el pasado enero), es persona culta -uno de los mejores rectores que ha tenido la Universidad Autónoma de Coahuila-, y desde el inicio mismo de su gestión apoyó decididamente los esfuerzos que su directora de Cultura, Leticia Rodarte, gentil dama además de emprendedora y talentosa, hizo para formar la Compañía de Ópera de Saltillo, bajo la dirección de Alejandro Reyes, artista de gran sensibilidad y extraordinario sentido musical. En Radio Concierto, la difusora cultural de mi familia, creó Alejando un programa dedicado al bel canto: "Ópera sin anestesia". También tuvo a su cargo nuestras funciones semanales dedicadas a ver y oír videos con las obras maestras del género, y ahí igualmente fundó el Taller de Ópera que sin merecerlo yo lleva mi nombre, y que fue la semilla germinal de esta compañía. El pasado jueves el conjunto, de excepcional calidad, hizo su presentación en una función de gala en la cual el alcalde Fraustro Siller recibió el aplauso del público en igual medida que los artistas de la compañía, por haber entregado a Saltillo, ciudad de cultura, un motivo más de orgullo a más de los muchos con que de por sí ya cuenta. En mi calidad de devoto aficionado a la ópera hago llegar por este medio mi agradecimiento a Chema Faustro -así lo llamamos con afecto los saltillenses-, a Leti Rodarte y a Alejandro Reyes, lo mismo que a todos los integrantes de la Compañía de Ópera de Saltillo, por darnos un lujo que jamás habría yo soñado cuando escuchaba en mis gastados discos de 78 rpm arias de Caruso, John McCormack y Amelita Galli-Curci.Don Sinople es el marido de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad. Una noche el gendarme de la colonia se sorprendió al verlo sentado afuera de su casa, en los peldaños de la escalera de entrada. Le preguntó, asombrado: "¿Qué hace usted aquí, don Sino? Gélida es la noche, y una ráfaga de traidor cierzo puede llevarlo a la oquedad sombría de la fosa". (Se ve que el jenízaro había leído a Vargas Vila). Replicó, hosco, don Sinople. "Mi señora está ensayando el recital de canto que dará mañana, y no quiero que los vecinos vayan a pensar que la estoy golpeando". FIN.