Una de las mitologías más ancestrales de Japón relata la aventura de una bella mujer, originaria de la Luna, que un día arribó a la Tierra
Por: Brayam Chávez
Japón y su peculiar cultura nos han brindado magníficos regatos que, hasta nuestros días, inspiran y nos llenan de asombro. Desde la bella leyenda del hilo rojo del destino, sus fascinantes haikús y hasta sus famosos fantasmas y demonios, su tradición también nos brindó el Monogatari, su narrativa en prosa.
El más antiguo y quizá el más raro de todos estos textos es Taketori Monogatari, la leyenda del cortador de bambú y la princesa de la Luna.
LA HISTORIA DE KAGUYA-HIME
Hace mucho tiempo, un hombre anciano y modesto que se dedicaba a cortar bambú observó que uno de los troncos que había recogido resplandecía de manera peculiar, como si la luna lo iluminara. Al tomarlo entre sus manos, se percató de que dentro se hallaba una pequeña y hermosa niña, de aproximadamente 7 centímetros de altura.
El hombre la llevó a casa, ya que nunca había tenido hijos, y él y su esposa la cuidaban como si fuera su propia hija; la llamaban Princesa Luz de Luna. La rama de bambú donde el hombre halló a la visita inesperada empezó a producir oro y gemas, lo que convertiría al cortador de bambú en un hombre rico en un corto periodo.

La joven peculiar se transformó en una bella mujer de tamaño normal, y con el paso del tiempo, la gente empezó a conocer la presencia y belleza de la dama. Aspirantes de todas partes viajaron para solicitar su mano. En un momento, cinco distinguidos caballeros arribaron a la casa del cortador de bambú, intentando persuadir a su hija adoptiva para casarse, ya que él era anciano y no deseaba fallecer, dejándola en soledad mientras que ella se resistía.
El emperador escuchó la presencia de la bella joven, solicitando que se presentara en su corte. Al negarse, él la visitó y, al verla, se enamoró de manera desmedida de ella. El emperador trató de llevar a la chica a su palacio para contraer matrimonio con ella, pero la chica afirmó que si la llevaban a la fuerza, se transformaría en una sombra y se desvanecería para siempre.
Cada noche, la joven contemplaba el firmamento con tristeza; era el instante de regresar a su origen. Fue en ese instante cuando ella reveló a su padre adoptivo, entre lágrimas, que había llegado de la Luna y que su periodo en la Tierra estaba por concluir. Al conocer esto, el emperador asignó vigilantes a la vivienda del cortador de bambú, con el fin de impedir que la princesa fuera trasladada a la luna.

Una noche, la Luna se envolvió en una nube que rápidamente empezó a descender hacia la Tierra, mientras el cielo se oscurecía. La princesa fue recibida por una carroza cargada de entidades luminosas, que antes de marcharse dejó una carta y una botella pequeña con el Elixir de la Vida para el emperador.
Asombrado, él ordenó que ambas fueran trasladadas a la cumbre más venerada de aquella tierra y quemadas allí. Hoy en día, es conocido que cuando el monte Fuji emana humo, es debido a la carta y el elixir que la Princesa de la Luna le dejó al emperador, que todavía arden en sus altitudes.
