Santoral de hoy, 28 de noviembre: Santa Catalina Labouré: vidente de la Medalla Milagrosa

Religiosa que recibió de la Virgen la misión de difundir la Medalla Milagrosa; su vida humilde y su fe siguen inspirando a fieles en todo el mundo

Santoral de hoy, 28 de noviembre: Santa Catalina Labouré: vidente de la Medalla Milagrosa

Cada 28 de noviembre, el santoral de la Iglesia recuerda a Santa Catalina Labouré, la religiosa francesa que recibió de la Virgen María la misión de difundir la Medalla Milagrosa.

Catalina Labouré nació el 2 de mayo de 1806 en Fain-lès-Moutiers, un pequeño poblado agrícola de Francia. Su niñez estuvo atravesada por una dura prueba: la muerte de su madre cuando ella apenas tenía nueve años. En lugar de rendirse al dolor, la pequeña Catalina buscó consuelo en la Virgen María, a quien desde entonces miró como su verdadera madre.

Ese vínculo profundo marcó para siempre su corazón. Era común verla rezar, pedir guía y sentir la compañía de la Virgen como una presencia cotidiana. No tardó en brotar de su interior una súplica sencilla pero decisiva: "Virgen María, sé tú mi madre".

TRABAJO DURO Y UNA FE QUE CRECÍA EN SILENCIO

Al ingresar su hermana mayor en la comunidad vicentina, Catalina asumió casi todas las tareas del hogar. Aquella vida de sacrificio le impidió aprender a leer y escribir, pero la formó en algo más valioso: la entrega diaria, la paciencia y la fidelidad en lo pequeño.

En medio de esa rutina silenciosa, Catalina comenzó a intuir un llamado a la vida religiosa. Su padre no compartía esa idea, pero ella perseveró, pidiendo a Dios claridad para descubrir su camino.

EL SUEÑO QUE ANUNCIÓ SU MISIÓN

Durante ese tiempo de discernimiento, Catalina tuvo un sueño singular: un sacerdote anciano le decía que un día la ayudaría a cuidar enfermos. Aunque entonces no comprendió su significado, la imagen quedó grabada en su memoria.

Años después, a los 24, visitó el convento donde vivía su hermana. En uno de los pasillos vio un cuadro de San Vicente de Paúl. Quedó inmóvil: era el mismo sacerdote que había visto en sueños. Ese instante se convirtió en una confirmación que ya no podía ignorar. Desde entonces, Catalina orientó todos sus esfuerzos a ingresar en la Compañía de las Hijas de la Caridad.

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EN PARÍS, DONDE DIOS LA PREPARABA PARA ALGO GRANDE

Tras ser aceptada en la congregación, fue enviada a la casa vicentina de París. Allí se dedicó a los trabajos más humildes y al cuidado de los ancianos. Su amor por la Virgen no solo continuó, sino que se volvió más profundo. Catalina sentía que la Madre de Dios la educaba día a día para una misión especial.

Esa misión se reveló la noche del 27 de noviembre de 1830, cuando la Virgen María se le apareció mientras rezaba en la capilla. La Madre de Dios le confió un pedido sorprendente: acuñar una medalla dedicada a Ella, prometiendo protección y abundantes gracias para quienes la llevaran con confianza.

María le dio instrucciones precisas sobre el diseño y, junto con ellas, un mensaje que marcaría a Catalina:

"Dios quiere confiarte una misión; te costará trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios... No temas; la gracia te acompañará".

EL NACIMIENTO DE LA MEDALLA MILAGROSA

Con discreción y obediencia, Catalina acudió a su confesor y, posteriormente, al arzobispo de París. Una vez obtenida la autorización, comenzó la producción de la medalla.

Pronto llegaron los primeros testimonios de conversiones, curaciones y favores extraordinarios. El pueblo la llamó rápidamente "Medalla Milagrosa", y su devoción se extendió por Europa y luego por todo el mundo.

Aunque la Virgen le otorgó otras revelaciones, Catalina optó por mantener algunas en reserva, compartiéndolas solo con su superiora, siguiendo las indicaciones de María.

UNA VIDA ESCONDIDA Y UNA MUERTE LUMINOSA

Catalina vivió siempre en el anonimato, dedicada al trabajo silencioso y al servicio de los enfermos. Nunca se atribuyó mérito alguno por las apariciones, y gran parte de la comunidad desconocía que ella había sido la vidente de la Medalla Milagrosa.

Falleció el 31 de diciembre de 1876, a los 70 años. Décadas más tarde, al abrir su tumba durante el proceso de canonización, su cuerpo fue hallado incorrupto, signo de la pureza de su vida y de la gracia que la acompañó.

Fue beatificada en 1933 por el Papa Pío XI y canonizada en 1947 por Pío XII.

Ofelia Fierros
Ofelia Fierros

Coeditora web. Desde 2014 me he desarrollado como correctora en el área impresa y redactora en el área digital de Diario del Yaqui.