Los orígenes de San Evaristo se remontan a la década del año 60, en el seno de una familia judía que residía en la culturalmente rica Grecia. Esta herencia dual marcó su formación, por un lado, recibió una educación profundamente arraigada en las tradiciones y las Sagradas Escrituras judías, y por el otro, se nutrió del pensamiento y la retórica en los prestigiosos liceos helénicos. Este bagaje único lo prepararía para una misión monumental.
Aunque el momento preciso de su encuentro con Cristo se ha perdido en la historia, lo cierto es que Evaristo emerge en Roma como un presbítero de gran influencia y estima. Su celo apostólico y su entrega total fueron un farol para la comunidad cristiana, a la que dedicó sus esfuerzos para elevar su fe y su conocimiento de Jesucristo. Era un hombre que combinaba de forma extraordinaria un profundo conocimiento teológico con una humildad palpable en su servicio diario.
EL PUEBLO LO ELEGÍA
Tras el martirio del Papa Anacleto, la mirada de la comunidad se posó inevitablemente sobre Evaristo. Consciente de la abrumadora responsabilidad, su primera reacción fue de resistencia, oponiéndose por humildad a asumir la dignidad papal. Sin embargo, el 27 de julio del año 108, la Iglesia encontró en él a su nuevo Pastor Supremo.
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Su pontificado no fue uno de mera administración, sino de consolidación fundamental. En un contexto donde las doctrinas gnósticas amenazaban con desvirtuar la fe, Evaristo se erigió como un defensor incansable de la ortodoxia. Su visión práctica lo llevó a establecer normas importantes para la vida eclesial, regulando la consagración y el trabajo pastoral de obispos y diáconos. Además, instituyó la celebración pública de los matrimonios, dotando de solemnidad y reconocimiento comunitario a esta unión.
Precursor de la organización eclesiástica, comenzó a diseñar una administración territorial para Roma, asegurando una mejor atención y gobierno de los fieles. Su preocupación se extendía más allá de las fronteras de la ciudad, como lo demuestran las cartas que dirigió para alentar a las comunidades cristianas en África y Egipto.
Su entrega total a la fe culminó con el mayor de los sacrificios. San Evaristo coronó su vida con el martirio durante el reinado del emperador Trajano, alrededor del año 117, dejando un legado de fortaleza y organización que sería fundamental para los primeros siglos del cristianismo.
SANTOS QUE CELEBRAN SU DÍA HOY:
- San Eata de Hexham
- San Rogaciano de Cartago
- San Felicisimo de Cartago
- San Marciano de Nicomedia
- San Luciano de Bitinia
- San Witta de Bürberg
- San Sigebaldo de Metz
- San Rústico de Narbona
- San Fulco de Pavía
- Beato Damián Furcheri
- San Ceda de Lastingham
- Beato Buenaventura de Potenza
- San Beano de Mortlach
- San Aptonio de Anguleme
- San Amando de Argentorato
- Santa Gibitruda vírgen




