El miedo, esa emoción diseñada para protegernos, puede convertirse en una trampa cuando el cerebro deja de coordinar sus propios mecanismos de defensa.
EL ESTUDIO DETRÁS DEL HALLAZGO
Un equipo del Hospital Clínic de Barcelona ha descubierto que, en muchas mujeres que sufren un trastorno por estrés postraumático tras una agresión sexual, las regiones cerebrales encargadas de procesar y regular las emociones dejan de comunicarse entre sí.
Los resultados, presentados en el Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP), arrojan nueva luz sobre cómo el trauma sexual altera los circuitos neuronales que sostienen la estabilidad emocional.
El estudio, dirigido por la psicóloga Olga Puig y la psiquiatra Adriana Fortea, examinó la actividad cerebral de 40 mujeres que desarrollaron trastorno por estrés postraumático (TEPT) tras una agresión sexual reciente ocurrida en el último año, y la comparó con la de un grupo de control.
Las participantes con TEPT, mujeres adultas y adolescentes, formaban parte del Programa de Prevención y Tratamiento de las Secuelas Psíquicas en Víctimas de una Agresión Sexual del Hospital Clínic.
Fueron evaluadas mediante resonancia magnética funcional en reposo (fMRI), una técnica que permite observar cómo distintas áreas del cerebro se comunican entre sí cuando no se realiza ninguna tarea.
LA HUELLA CEREBRAL DE LOS TRAUMAS
Según un comunicado del ECNP, en 22 de las 40 mujeres con TEPT la comunicación entre la amígdala y la corteza prefrontal se perdió por completo o se redujo drásticamente.
"La amígdala ayuda a procesar emociones como el miedo, y la corteza prefrontal ayuda a regularlas. Cuando esa conexión se debilita, el cerebro puede tener dificultades para gestionar las respuestas de miedo o controlar las emociones", detalla el texto.
Esta desconexión podría explicar por qué el TEPT se acompaña a menudo de reacciones desproporcionadas ante estímulos neutros o de cambios bruscos de humor.
UN TRASTORNO CON IMPACTO GLOBAL
El trastorno por estrés postraumático afecta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 3,9 % de la población mundial, y hasta un 70 % de las mujeres que sufren una agresión sexual lo desarrollan posteriormente.
Sus síntomas incluyen pesadillas, recuerdos intrusivos, insomnio, hipervigilancia y una sensación persistente de amenaza.
Como detalla la OMS en su informe sobre salud mental, el TEPT puede surgir tras presenciar o experimentar una situación de extrema violencia, y altera la vida emocional, social y física de quien lo padece