Cada 31 de marzo, la Iglesia celebra la memoria de San Benjamín de Argol, conocido también como San Benjamín de Persia, diácono y mártir.
Además, el calendario litúrgico honra la memoria de santa Balbina, san Agilolfo, san Guido, beata Juana de Toulouse, beato Buenaventura de Forli, beato Cristóbal Robinson, y beata Natalia Tulasiewicz.
¿QUIÉN FUE SAN BENJAMÍN DE ARGOL?
Nacido alrededor del año 329 en el Imperio sasánida, en lo que hoy es Irán, San Benjamín vivió durante una de las épocas más difíciles para los cristianos, en tiempos de intensas persecuciones bajo el dominio de los reyes persas.
A inicios del siglo V, el rey Yazdegerd I y su hijo Varanes V desataron una persecución feroz contra los cristianos que se prolongó por más de 40 años. Durante este periodo, ser cristiano en Persia significaba enfrentarse a la tortura, el martirio o la muerte, ya que las autoridades ordenaron que todos los seguidores de Jesús de Nazaret apostataran públicamente bajo amenaza de ejecución.
San Benjamín, un joven diácono de gran fervor apostólico, era conocido por su elocuencia y su espíritu caritativo hacia los más necesitados. A pesar de las dificultades y el peligro, continuó predicando y realizando conversiones, logrando una fama notable incluso entre los sacerdotes de Zaratustra, el fundador del mazdeísmo.
Un sacerdote cristiano, junto con sus seguidores, incendió el "Templo del fuego", lugar central del culto persa, lo que desató la furia del rey Yazdegerd, quien ordenó la ejecución de todos los involucrados. San Benjamín fue arrestado, golpeado y encarcelado, aunque no participó en el incendio.

Durante su encarcelamiento, que duró un año, San Benjamín nunca dejó de predicar, incluso en las condiciones más duras de la prisión.
La luz de Cristo, para él, siempre fue capaz de iluminar las almas, sin importar las oscuras paredes que lo rodeaban.
Su fidelidad a la fe llevó a que el emperador romano de Oriente, Teodosio II, intercediera por su liberación. No obstante, San Benjamín fue puesto en libertad bajo la condición de no predicar, algo que él no pudo cumplir, ya que su vocación era anunciar el Evangelio.
Finalmente, tras ser arrestado nuevamente por continuar su labor pastoral, San Benjamín fue torturado y condenado a muerte. Fue sometido a terribles sufrimientos, entre ellos, la extracción de sus uñas, pero nunca renunció a su fe en Cristo. Su martirio culminó con su decapitación alrededor del año 420.
La libertad religiosa para los cristianos de Persia no llegaría sino hasta dos años después, con la victoria de Teodosio II sobre Varanes V, quien puso fin a las persecuciones.
San Benjamín es un ejemplo de valentía y fidelidad a la fe, cuya vida sigue inspirando a cristianos de todo el mundo. Su sacrificio, realizado en tiempos de oscuridad, recuerda la importancia de la perseverancia en la fe y la luz de Cristo que nunca se apaga.