¿Y ahora qué?
Hubo quienes, convertidos en agoreros del desastre, aseguran que con la aprobación de la reforma nos convertiremos en Venezuela
Luego de unas semanas sumamente movidas y complejas en el ámbito político y social de nuestro país, las aguas, al parecer, han comenzado a calmarse para dar paso, ahora sí, a momentos de definición, sobre todo, luego de que, por un proceso ríspido fuera aprobada la madre de todas las reformas en lo que va del siglo actual, la reforma al Poder Judicial.
No faltaron quienes, fieles a su estilo, se han convertido en los agoreros del desastre, asegurando que, con la aprobación de la reforma (ahora sí), nos convertiremos en Venezuela, el dólar se iría hasta los 25 pesos y, el país como lo conocemos dejaría de existir para dar paso a una dictadura moderna. Asimismo, en el otro extremo se encuentran quienes, apegados a un fanatismo que no le hace bien a nadie, aseguran que con la aprobación de la reforma, tal como si fuera un acto de magia, la justicia en nuestro país sería pronta y expedita y, de un momento a otro, con la transformación del Poder Judicial, la corrupción, la violencia, entre otros males que aquejan a nuestro país, se terminarían.
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Si bien es cierto, es importante reconocer que, ninguno de los polos extremos tiene la razón, también es cierto que, a pesar de que prácticamente todos los partidos reconocen la necesidad de realizar cambios profundos en el sistema de impartición de justicia de nuestro país, ningún presidente en la historia reciente se había atrevido a realizar una reforma profunda de grandes dimensiones, la cual, si bien no resuelve los problemas de un plumazo, si representa un antes y un después, así como también, el inicio de lo que puede ser un camino hacia el cambio dentro del Poder Judicial en nuestro país.
En todo este entramado, algo que parece pasar desapercibido, es lo que sucede con la oposición en nuestro país, ya que, quienes no están de acuerdo con los cambios realizados han enfocado todas sus baterías en criticar y, en muchos de los casos, agredir a quienes sí lo están, dejando por un lado a quienes en estricto sentido provocaron todo lo que está pasando. Hablamos de los partidos de oposición, principalmente, del PRI, PAN y el extinto PRD, quienes de una u otra manera, provocaron con sus excesos el sentir entre la ciudadanía que tiene ahora a Morena en el poder, pero no solamente eso, sino que también, por medio de sus decisiones muchas veces alejadas de los deseos de quienes votan por ellos pensando que serán oposición y aprenderán de los errores del pasado, han decidido optar por la ruta del agandalle y acaparamiento de las pocas posiciones que les quedan, colocando, en muchos de los casos, a los mismos de siempre quienes, a final de cuentas terminan por traicionar a quienes los colocaron en esos lugares esperando como se comentó anteriormente que cumplan con sus promesas.
Es por eso que surge la pregunta ¿Y ahora qué?, sobre todo después de que, tanto en el Senado como en los Congresos Locales, legisladores de todos los partidos antes mencionados y, del tibio senador de Movimiento Ciudadano que no pudo dar su voto a favor de la reforma sino que decidió mejor, como decimos los sonorenses, “tirarse a perder” y de esa manera respaldar a Morena, han ido apoyando la reforma y dejando sus partidos a un lado, provocando que nuestro país se quede prácticamente sin oposición, lo cual, podría terminar por encumbrar aún más a Morena en el poder, no solo por los logros y beneficios que dicho partido ha traído a una sociedad que se encontraba olvidada, sino también, por los errores y soberbia de unos partidos que no han entendido que no entendieron.
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