Wokismo: Comunismo 2.0

El capitalismo mostrando una notable capacidad para generar riqueza

Wokismo: Comunismo 2.0

El socialismo del siglo XX dejó tras de sí una estela de fracasos. Sus promesas de igualdad y bienestar no se materializaron, y los sistemas que lo implementaron quedaron marcados por crisis económicas, restricciones a las libertades y episodios de violencia política que provocaron la muerte de más de 100 millones de personas. Tras la invasión soviética a Hungría en 1956 y las denuncias de Jrushchov sobre los crímenes de Stalin, muchos pensadores de izquierda se vieron obligados a replantear su estrategia intelectual. Defender el socialismo real se volvió insostenible.

Con el capitalismo mostrando una notable capacidad para generar riqueza, innovación y bienestar material, la crítica ya no podía centrarse en la economía. Diversas corrientes neomarxistas desplazaron entonces la lucha ideológica hacia la cultura, el lenguaje y la identidad. En lugar de enfocarse únicamente en las relaciones de producción, comenzaron a cuestionar los patrones culturales y las instituciones que sostienen el orden social moderno: la ciencia, la familia, la libertad individual y la igualdad ante la ley. La opresión, afirmaban, no solo se ejercía en términos económicos, sino también a través de discursos y prácticas sociales que reproducían desigualdades invisibles. La disputa dejó de ser sobre la producción material y pasó a ser sobre la producción de sentidos, significados y valores. La lucha de clases se transformó así en una lucha por el control cultural.

Sin embargo, un obstáculo persistía: la razón y la evidencia favorecían al capitalismo y a las instituciones liberales. La ciencia, los datos y el progreso material funcionaban como contrapesos a la crítica radical. En este contexto, el posmodernismo ofreció una vía alternativa. Su rechazo a las verdades universales, su insistencia en que la realidad es en gran medida una “construcción social” y su escepticismo frente a la objetividad proporcionaron un soporte teórico para cuestionarlo prácticamente todo. La combinación entre teoría crítica marxista y posmodernismo generó un marco intelectual que permitía reinterpretar instituciones, normas y conocimientos como productos arbitrarios del poder. Conceptos como verdad, ciencia, mérito o identidad se volvieron fluidos, moldeables y sujetos a revisión permanente. De esta convergencia emergió lo que hoy se conoce como ideología woke, o wokismo, un enfoque centrado en la sensibilidad identitaria, la reinterpretación del lenguaje y la denuncia de supuestas formas de opresión cultural.

El wokismo se presenta como una especie de comunismo 2.0: una ideología que sustituye la antigua “dictadura del proletariado” por jerarquías de victimización basadas en raza, género o etnicidad. Su objetivo ya no es abolir la propiedad privada, sino de construir la “hegemonía cultural” occidental. En este marco, la crítica al “patriarcado blanco” o al “capitalismo extractivista” no busca reformar instituciones, sino erosionarlas desde dentro. La deconstrucción posmoderna opera como herramienta política: relativiza la objetividad, redefine el conocimiento como poder e interpreta la discrepancia como “violencia simbólica”. Universidades antes dedicadas al rigor intelectual privilegian ahora “espacios seguros” y manuales de lenguaje; empresas orientadas a la eficiencia adoptan políticas identitarias que subordinan el mérito; y el Estado administra privilegios según intersecciones identitarias.

Al igual que el comunismo clásico, esta variante promete una sociedad más justa eliminando desigualdades que considera estructurales. Para alcanzarla, identifica un enemigo absoluto y legitima formas de censura o presión social en nombre de un futuro emancipador. Al desconfiar de la evidencia y de las instituciones liberales, el wokismo repite la pretensión de moldear la realidad según un ideal abstracto, una ambición que la historia ha demostrado que suele terminar en consecuencias trágicas.

Profesor-investigador del Centro de Estudios en Gobierno y Asuntos Públicos en El Colegio de Sonora.