El pensamiento conspiranoico y la pandemia de la sospecha

"La sociedad que prefiere la fantasía del complot a la complejidad de la realidad está condenada a ser gobernada por las mentiras que elige creer"

El pensamiento conspiranoico y la pandemia de la sospecha

El mundo contemporáneo se enfrenta a un desafío insidioso: la proliferación del pensamiento conspiranoico, un fenómeno que, si bien a veces roza el absurdo, tiene consecuencias muy reales. Es fundamental entender que las conspiraciones existen —la historia está llena de complots probados, desde Watergate hasta el encubrimiento de la masacre de Tlatelolco. Sin embargo, el problema radica en la mente conspiranoica, que sobrevalora cualquier evidencia, por mínima que sea, que respalde su teoría favorita, sin resistir un escrutinio serio.

La complejidad aumenta porque no toda la información dentro de una "teoría conspiratoria" es enteramente falsa; a veces se mezcla un hecho real con una conclusión fantástica. Esto nos obliga a ejercer un escepticismo crítico constante, buscando evidencias sólidas para distinguir la verdad de la falacia. Es un ejercicio de higiene mental indispensable. El historiador Yuval Noah Harari ha señalado esta paradoja moderna: a pesar del diluvio informativo (más datos de los que la humanidad jamás tuvo), parecemos estar más desinformados que nunca, pues la avalancha confunde y dificulta el discernimiento de la verdad.

Las teorías conspiratorias operan bajo un puñado de características comunes, aunque sólo las mencionemos superficialmente. La primera es el desafío a la versión oficial, lo que lleva a postular la existencia de un complot secreto orquestado por grupos poderosos. Esto se evidenció en narrativas de fraude electoral en Brasil y Estados Unidos que rechazaron resultados auditados. En EE.UU., la compañía Dominion Voting Systems demandó a la cadena Fox News por propagar afirmaciones falsas sobre la manipulación de sus urnas electrónicas en 2020. Esta demanda resultó en un acuerdo de 787.5 millones de dólares pagado por Fox a Dominion en abril del 2023, marcando una de las indemnizaciones por difamación más grandes en la historia mediática estadounidense, confirmando que las mentiras deliberadas tienen un costo

Otro rasgo particularmente nocivo es la calumnia, el desprecio o la deshumanización dirigidos a personas y grupos. La teoría de que George Soros, el financiero y filántropo, financia secretamente protestas y movimientos sociales en todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Hungría, es un caso de estudio. Esta narrativa no sólo carece de pruebas sólidas de un control unificado, sino que recurre a menudo a tropos antisemitas para difamar y deslegitimar a los activistas que reciben fondos de sus fundaciones.

Lamentablemente, la mayoría de estas narrativas se sostienen por la falta de pruebas sólidas y el uso de conjeturas y especulaciones. Cuando se ven confrontadas, frecuentemente recurren a la negación de la ciencia y la evidencia. El caso más resonante y reciente es la teoría global de que las vacunas contra el Covid-19 contenían microchips o nanobots destinados al control poblacional por parte de élites oscuras como Bill Gates. Esta creencia persistió a pesar de la ausencia total de pruebas y de la simple imposibilidad técnica y biológica de inyectar tales dispositivos a través de una aguja estándar.

Estas teorías no son inocuas. Son peligrosas porque desvían la atención de problemas reales, como la corrupción o la desigualdad económica, y alimentan la desconfianza y la desunión en la sociedad. Un ejemplo claro ocurrió en Alemania, donde teorías sobre un "Estado profundo" conspirando para subvertir las leyes constitucionales y sanitarias provocaron protestas violentas y la radicalización de grupos extremistas.

El riesgo de la deshumanización es tan grave que, en varios países europeos, como Francia, Alemania y Bélgica, el negacionismo del genocidio judío es sancionado como un delito. Del mismo modo, en el contexto de conflictos armados, es crucial observar cómo las narrativas de desprecio y deshumanización de los palestinos o de otros grupos en guerra son utilizadas para justificar la violencia sistemática o la indiferencia ante el sufrimiento civil. Esto subraya que la calumnia y la deshumanización son herramientas históricas y actuales para justificar la agresión.

El verdadero complot del siglo XXI no es un plan secreto de la élite, sino el éxito de la Pandemia de la Sospecha: la erosión de la confianza mutua y la capitulación ante la pereza mental. La trampa más grande es creer que la verdad es siempre más emocionante y retorcida que la realidad. La verdad es a menudo mundana, compleja, y requiere el tedioso trabajo de la verificación. El pensamiento conspiranoico, al ofrecer una explicación simple y moralmente satisfactoria a un mundo incomprensible, no sólo nos miente sobre los hechos, sino que nos roba la capacidad de actuar sobre los problemas reales. La sociedad que prefiere la fantasía del complot a la complejidad de la realidad está condenada a ser gobernada por las mentiras que elige creer. Es nuestra responsabilidad, como ciudadanos y como intelectuales, luchar contra esta nueva epidemia con el único antídoto comprobado: el rigor del dato y la claridad del juicio.

El Dr. Castro fue consejero externo para el Gobierno Mexicano y presidente de la comisión de asuntos fronterizos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME). Ha sido catedrático, decano y vicerrector para desarrollo internacional en Pima College de Tucson, Arizona.

rikkcs@gmail.com