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Las Plumas

Votar


El que todos los ciudadanos podamos definir no sólo la forma de Gobierno, sino quién debe encabezarlo en sus distintos niveles y poder, oportunamente, señalar lo que funciona en beneficio del bien común de la comunidad y del estado es un ejercicio de democracia plena.

Como bien lo apuntaría en su momento el ex presidente del Instituto Federal Electoral, José Woldenberg: “La humanidad no ha inventado un mejor método (que la democracia) para dotarse de gobernantes”.

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De esta manera, en los países que se precian de vivir en democracia, la lucha por el poder se dirime a través de consensos pacíficos, y ese consenso se mide y se representa en votos electorales.

Si bien, el voto no es el único recurso para incidir en la vida pública, la realidad es que, sin elecciones y sin sufragios, no puede haber democracia.

En nuestro país, la participación electoral ha venido a menos en las últimas décadas, es decir, cada vez menos personas en edad de votar participan en las elecciones que se celebran.

De acuerdo con datos del Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, en las elecciones presidenciales de 1994 participó el 79% de los electores del país, pero para el año 2000 la proporción cayó a 64%, luego en 2006 descendió a59% y en 2012 y 2018 se estancó en 63.0%.

En el caso de las elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados, la participación electoral se ha desplomado todavía más. En 1991 participó el 61% del electorado, para 1997 la proporción descendió a 58% y en el 2015 fue del 48%.

Pero ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué está creciendo el abstencionismo? Es innegable que existe un desencanto por los resultados de los últimos gobiernos electos y además con los partidos políticos, a quienes el ciudadano ubica como instituciones poco confiables y con los mayores niveles de percepción de corrupción.

No obstante, dejar de acudir a las urnas es la peor forma en la que se puede manifestar una inconformidad contra el Gobierno en turno o los partidos. Al contrario, es necesario participar y expresar ese desencanto mediante el voto.

Éste es uno de los medios más efectivos que tienen los ciudadanos para que sus gobernantes les presten atención y corrijan el rumbo, ya que el sufragio castiga, revoca, aprueba, refrenda, cambia y reconstruye gobiernos.

Además, el voto es el instrumento que mejor representa y simboliza la libertad e igualdad, pues en democracia todo ciudadano cuenta para decidir y cada uno de sus votos valen exactamente lo mismo, sin importar raza, edad, sexo o condición económica.

No es casualidad que países democráticos que son tomados como modelos de éxito en materia de desarrollo económico, tienen niveles de participación electoral mucho más altos que México.

Mientras en nuestro país la última elección intermedia para elegir diputados federales tuvo un nivel de participación del 48%, en Irlanda la última elección parlamentaria tuvo una votación del 63% de los electores, en Corea del Sur del 66%, en Canadá del 68%, en Finlandia del 69%, en Alemania del 76%, en Australia del 92% y en Singapur del 96%.

Difícilmente podremos aspirar a tener el nivel de desarrollo y democracia de estos países si no participamos en la toma de decisiones, elegimos a nuestros representantes y corregimos el rumbo de los malos gobiernos.

El voto es para decidir el rumbo que deseamos para nuestra ciudad, estado o país; por lo tanto, dejar de ir a votar o anular nuestro sufragio, equivale a dejar que otros decidan por nosotros.

Martin Luther King decía: “La verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un Gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente”. Por eso, este domingo 6 de junio todos salgamos a votar.

Twitter: @gomezreyna