El puesto que sigue
Por: Gerardo Armenta
A los políticos en México les resulta siempre importante o vital saltar de un puesto a otro, o por lo menos intentarlo. Poco importa si el cargo es de elección popular o administrativo. Para el caso pudiera ser lo mismo, porque en uno u otro terreno siempre queda la posibilidad o la intención de hacer una carrera política. Podría resultar interesante formular esta vez algunas consideraciones muy generales al respecto.
Al final, no en vano suele reconocerse que la política es como una rueda de la fortuna, donde a ratos es posible ver todo desde las alturas y en otros se cae súbitamente hasta casi el nivel del suelo. En términos políticos o de vida, eso puede ser un drama que se repite con extrema frecuencia, a veces con casos dramáticos o desgarradores para quienes los sufren en lo inmediato como protagonistas directos, o bien como seguidores de personajes notables en la materia.
De alguna manera, consciente o inconscientemente, los políticos siempre están preparándose (o por lo menos nunca se apartan del tema) para el puesto que sigue, a veces sin saber exactamente cuál podría ser, porque de suyo eso, depende de voluntades ajenas a la propia. Es claro, por lo demás, que ninguna de estas motivaciones o actitudes (ciertamente muy propias o naturales) está prohibida por ningún ordenamiento.
A partir de criterios como los anteriores, se han logrado carreras políticas en extremo estelares, sin soslayar la que particularmente tiene que ver con la que conduce a la mítica silla presidencial. Estas últimas podrían ser (como son) palabras mayores, pero de todos modos se vale hacer la particular referencia. En lo general, la ubicación de los cuadros políticos y administrativos de todo gobierno, es de suyo siempre un ejercicio que permite ver la ubicación alta, mediana o menor de políticos a veces muy en boga o francamente desconocidos.
A veces los tiempos en esta materia corren por sí mismos, en tanto que los propios actores políticos (así les dicen ahora) se encargan de formular apreciaciones o consideraciones al respecto, a veces sin que vengan necesariamente al caso. Pero de todas maneras siempre hay un entendible interés ciudadano de por medio en este sentido. Por ejemplo, recientemente Gerardo Fernández Noroña, ni más ni menos que el presidente del Senado de la República, reconoció sus aspiraciones políticas para el año 2030. Por este motivo dijo que haría su afiliación a Morena, lo que ya debió haber llevado a cabo. "Tengo algunos planes hacia adelante y es correcto", dijo cuando le preguntaron sobre sus motivaciones para adherirse a Morena. Como se sabe, Noroña pertenecía al Partido del Trabajo, aliado morenista de todas formas.
En Guerrero, el igualmente senador Félix Salgado Macedonio quiere por su parte ser gobernador del Estado. La ocupante de ese puesto es hoy su hija Evelyn Salgado. Pero en un primer momento se lo impediría la reforma contra nepotismo y no reelección, si ésta se aplica desde 2027. Después, en 2030, ya sería otro cantar.
Pero lo que llama la atención es la facilidad con que Salgado Macedonio hace o intenta hacer política en Guerrero estando su hija como gobernadora. Y no sólo eso: está pensando incluso en llegar a la gubernatura. Si no es en un tiempo, puede ser en otro. Tal es la idea. Pero lo que más llama la atención es que los planes que se comentan son reales, por lo menos por parte de quien como Salgado Macedonio los ha comentado en público con toda naturalidad.
Al final, seguramente todavía se mantiene la añeja presunción que señala (o señalaba) que la política, por lo menos en un contexto como el mexicano, es un tanto o un mucho el arte de lo posible. Pero quién sabe qué tan cierta podrá resultar hoy mismo una actitud de esa naturaleza. Y más en tiempos quizá mucho más abiertos o francos como son los que corren hoy. Un señalamiento como el anterior no quiere significar que los modos políticos resulten hoy en extremo muy distintos u originales.
Sí está claro que la actividad política se mantiene como un quehacer que la ciudadanía sigue con atención por el modo en que puede ser benéfico para el interés general o perjudicarlo en más de un sentido. Tales son la virtud y el riesgo de un quehacer eminente cuyo ejercicio no puede ser ignorado. Al contrario, lo deseable será siempre que se le observe con la mayor atención que resulte posible en función de un elemental interés público. Esa sería ya una ganancia reconocible y apreciable.
Los políticos en México nunca dejan de pensar en el futuro con la obvia esperanza de que los dioses en la materia les favorezcan y avanzar así en su carrera, muy aparte de lo que piense la ciudadanía.
armentabalderramagerardo@gmail.com