Un contrasentido político, predominio del absurdo
Biden decidió olvidar su propósito de figurar como candidato demócrata a la reelección por la presidencia, noticia que le dio la vuelta al mundo
El mundo de hoy no solamente es un contrasentido por el inopinado regreso de Donald Trump a la política de Estados Unidos, lo que de algún modo equivale a decir la política mundial. El predominio del absurdo está por retomar fueros como lo hizo cuando ese mismo siniestro personaje asumió por primera vez la presidencia de su país. El colmo, sin embargo, es tomar nota de que, por ejemplo, en el ámbito del deporte profesional se advierten actitudes cínicas o desvergonzadas que no deberían ocurrir.
Es el caso de un árbitro del futbol profesional que visiblemente felicitó a un jugador tras anotar un gol en un partido reciente entre un equipo llamado FC Juárez y el...América. Quizá no deba ser para poner el grito en el cielo, pero esa curiosa actitud (o desvergonzada, mejor dicho) pinta más o menos de cuerpo entero el nivel o calidad del balompié que se juega (o comercializa, también, mejor dicho) en un país como el nuestro.
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Pero la verdad es que nada más eso faltaba: que los árbitros de futbol que están como autoridad en un juego feliciten a los autores de los goles de su simpatía como fanáticos rendidos a una causa. No en vano se dice que las cosas en un país como el nuestro suceden precisamente al revés, por lo menos en el deporte de las patadas. Peor deben estar peor en un país como Estados Unidos, y no precisamente por hechos relacionados con el futbol.
En el país vecino el domingo se supo que finalmente Joseph (Joe) Biden decidió olvidar su propósito de figurar como candidato demócrata a la reelección por la presidencia. Como era previsible que ocurriera, ésta fue sin duda fue una noticia que le dio la vuelta al mundo en cuestión de segundos o minutos. Las peticiones o exigencias al respecto debieron ser abrumadoras para su destinatario. Pero la verdad franca tiene que reiterar la certeza de que este personaje ya no está preparado física o intelectualmente para figurar en una campaña electoral mínimamente victoriosa, muy aparte de lo que diga un sujeto como Donald Trump.
Sin embargo, lo que no se entiende o comprende es por qué Biden seguirá como mandatario hasta terminar su encomienda. O sea, no está en facultades mentales y corporales para ser candidato presidencial, pero sí para ser mandatario en funciones de un país del que, de una u otra manera, llegado el caso podría depender el destino de este mundo ingrato. Dicho de otra manera: a los jefes y militantes del Partido Demócrata les preocupó la escasa capacidad de Biden para lograr su reelección, pero por lo visto es irrelevante lo que pueda hacer o decir al permanecer en la Casa Blanca como si alrededor suyo no hubiera ocurrido absolutamente nada.
Por eso quizá gusten decir que la democracia existente en el país vecino es única y ejemplar. Cómo no. Aunque no deja de sorprender la rapidez con que fue puesta en escena la vicepresidenta Kamala Harris como casi segura candidata presidencial demócrata. En realidad, las cosas en esta materia tenían que hacerse con la mayor celeridad posible. La desbordada irrupción de Donald Trump en este contexto no dejó muchos márgenes para la meditación. O era o no era la señora Harris. Lo será. Los demócratas no tienen mucho que perder.
El adversario republicano que tienen enfrente a la espera de entrar en batalla (él ya está en ella prácticamente) no será ciertamente fácil de vencer. Pero eso no quiere decir que Donald Trump es invencible ni siquiera por aproximación. Todo lo contrario. Por lo visto él se asume como una especie de político excepcionalmente capaz con soluciones a la mano para toda clase de problemas internos e internacionales. Sorprende la irresponsable actitud de Trump cuando postula remedios que inmediatamente se nota no son más que fruto de su desbordada y facilona imaginación.
Debe preocupar, eso sí, que de acuerdo con toda la evidencia que él mismo se encarga de ofrecer sin que venga al caso, Trump ya está de nuevo prácticamente listo para, en caso de ganar la Casa Blanca, tomar a México de nuevo como uno de los puntos frontales de sus infames políticas. Parece muy claro que, hoy como ayer, no acostumbra meditar ni sus palabras ni sus pasos. En su óptica desfigurada, el nuestro sólo es un país con problemas que afectan a Estados Unidos y que solamente él podrá resolver en tres patadas, literalmente sea dicho. Debe ser hora de que se le haga ver lo equivocado que está, llegue o no llegue a la Casa Blanca.
armentabalderramagerardo@gmail.com