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Las Plumas

Regalo de Navidad

Jesús Huerta Suárez

Se puede decir que ya la libre, pero estar enfermo fue horrible; no se lo deseo ni a mi peor enemigo, contó mi compañero de trabajo, con una voz apenas audible…

“Hace unos días fui a visitar a mi hermana después de tiempo sin verla, y la pobre tenía gripa. La saludé de lejos y me mejor me regresé a mi casa, pensé, no vaya a ser que se la contagie a mi esposa y a la niña. Eso fue el viernes. El domingo en la noche sentí un piquetito en la garganta, de esos que te avisan que te va a dar gripa, pero en la media noche me despertó un calenturón de 39.5 grados. Estaba temblando y con calofríos. Ya no pude dormir…

“El lunes me levanté aún con calentura; sentía el cuerpo cortado, sin poder oler, dolor de cabeza, supe que eran los síntomas del covid, y de inmediato aparté cita con una doctora quien me recetó antibióticos y unas inyecciones, y otras medicinas contra el maldito covid. En un par de horas el dolor de garganta ya no era tan fuerte ni los demás síntomas.

“Será verdad o será mentira, pero yo comencé a medicarme de inmediato y esa es la clave porque si te esperas a que se comience a complicar la respiración a partir del noveno día con los síntomas, ya valiste madre, porque ese tiempo es ¡oro! Se trata de combatir del virus desde el principio”, contaba mi amigo…

“Para el martes me sentía igual: cuerpo cortado, dolor de cabeza, apenas podía hablar. Para el jueves me sentía débil y más me dolía la garganta. Los primeros cinco días como quiera los soporté. Entonces me hice la prueba y salí positivo, pero ya con cinco días medicándome, y pensé, no es para tanto esto del covid, pero llegó el viernes y se me cerró la garganta completamente y eso que me estaban inyectando cortisona para abrir los pulmones. Sentía una opresión en el pecho bien cabrón y se me fue la voz. Tenía todo inflamado por dentro y así duré diez días sin poder hablar en absoluto.

“Entonces, comienza el martirio de verdad; ya no tengo dolor de cabeza, ni de cuerpo, ya no tenía calentura ni los síntomas, pero se me vino la complicación más sería de esta maldita enfermedad: no poder respirar. Se siente horrible; es una sensación indescriptible que nunca había sentido, y yo pensando que los síntomas anteriores pero no, lo peor de esto es no poder respirar; el pecho oprimido. Entonces me hice la prueba PCR, la del cotonete, le dicen, y te lo meten por la nariz ¡hasta el cerebro! Y uno en la garganta y ese es para saber si eres positivo activo. A las tres semanas te haces el de la sangre para saber si generaste anticuerpos que lucharán contra el coronavirus y que te permitirán estar inmune por un tiempo, unos tres meses como máximo me dijeron, no es que ya la hayas librado porque con una nueva carga viral te puede volver a dar.

Me faltaba el aire y el oxímetro me bajó tanto que la noche del viernes y del sábado te lo juro, sin exagerar, que me daba por muerto; el oxígeno en la sangre bajó hasta un 77/80%, y eso que dicen que si baja de 91 ya requieres oxígeno y entubación y más cortisona. Estaba muy débil. Para el domingo, de plano, no podía ni cambiar de lado en la cama. Sin oxígeno nada funciona, ni un dedo podía mover. Temía se me parara el corazón. Pasé unas noches terribles, al otro día la doctora me dijo: tienes neumonía e inflamación del corazón, pulmones y laringe, tenemos que darte más medicina. Y esto me provocó gastritis y diarrea. No tenía fuerzas ni para comer, menos para caminar…si la gente supiera lo duro que es esto se lo tomaría más en serio, aunque a algunos les da más leve, lo mío fue punto medio yo creo, estaba muy muy mal, pero en casa. No caí al hospital, pero estuve a un paso de la muerte. Me salvé por tomar medicina desde el primer día que me sentí mal. Esas inyecciones de cortisona duelen mucho, y para colmo contagié a mi esposa, ¡y lo que cuesta! Fueron alrededor de 20 mil pesos, no sé qué haría si me volviera a dar, pero bueno, gracias a Dios a ella no le dio tan fuerte y a la niña no le dio y ese fue mi mejor regalo de Navidad”.