Las Plumas

Radicalismo o terrorismo



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“Los paralelismos son impresionantes”, dijo Will McCants, experto destacado en este campo académico.

Y es que, según el análisis, esas similitudes se han vuelto más notorias con cada nuevo atentado.

Los expertos dicen que las semejanzas no son coincidencias: El terrorismo de nacionalistas blancos está siguiendo un trayecto escalofriantemente parecido al del yihadismo del Estado Islámico.

Tanto así, sostienen, que ayuda a explicar por qué los atentados han crecido repentinamente en frecuencia y en mortandad.

En ambos casos, se admite, hay una ideología apocalíptica que predica y promete acelerar un choque entre civilizaciones por el cual se va a consumir el mundo.

“Hay actos de violencia teatralizados e indiscriminados que supuestamente llevarán a la batalla final, que en realidad no hacen más que conseguirle al responsable unos minutos de atención y que se sienta empoderado”.

“Hay reclutas por cuenta propia que, reunidos en las esquinas más oscuras del internet, se radicalizan solos. Y para esos reclutas la ideología oficialmente promovida probablemente no es más que una manera de expresar tendencias ya existentes por el odio y la violencia”, enfatizan los académicos.

Sea o no a consecuencia del discurso radical de Donald Trump, desde la óptica científica las diferencias entre los nacionalistas o supremacistas blancos, que se basan en la idea de que las personas blancas deben mantener el poder dominante político y económico, y el Estado Islámico siguen siendo muchas. Los líderes del grupo militante islamista intentaron hacer del fervor de sus seguidores un gobierno y Estado de corta duración, mientras que el nacionalismo blanco no tiene propiamente un liderazgo formal.

“Creo que mucha gente que trabaja en asuntos del extremismo en línea vio venir esta situación”, dijo J. M. Berger, autor del libro Extremismo.

En retrospectiva, se indica, estas semejanzas se vuelven evidentes.

La infamia que ganó el Estado Islámico a nivel mundial, se afirma, lo volvió un modelo natural incluso, o especialmente, para extremistas que ven como sus enemigos a los musulmanes.

“Una serie de cambios a nivel global —particularmente el auge de las redes sociales— ha facilitado que cualquier causa terrorista descentralizada busque perpetrar una violencia a mayor escala y con menos sentido”.

“A nivel estructural, no importa si esos extremistas son yihadistas o nacionalistas blancos”, dijo Berger.

El problema mayor, según esa observación, es que ya que se despliega esa violencia, se genera un ciclo de retroalimentación que radicaliza a más personas y ya que empieza eso llega a conseguir un ímpetu terrible: cada ataque promueve la radicalización en línea y la ideología apocalíptica, las que, a su vez, promueven más ataques.

Lo aprendido con el Estado Islámico es causa de preocupación. Es prácticamente imposible erradicar a un movimiento animado por este tipo de ideas y por redes sociales descentralizadas. Tampoco es fácil prevenir ataques cuando la ideología de quien los comete hace que cualquier objetivo sea “bueno”, cuando se requiere poca capacitación y, dado que, para guiar a la gente a atacar, a veces no se necesita más que tener un foro de discusión web.

Berger advirtió que los cambios globales que influyeron en permitir el ascenso del Estado Islámico no han hecho más que acelerarse, como la proliferación de las redes sociales.

“Cuando abres una arena inmensa y nueva para comunicarse, se vuelve un vector de contagio”, dijo.

El análisis va mucho más allá, pero en este resumen se pretende hacer ver cómo una acción al parecer aislada puede ir formando una cadena que pronto podría sumir en el caos a todo un país o sociedad.

Estar atentos a estos sucesos, debe ser prioridad.
Comentarios: francisco@diariodelyaqui.mx