Percances Vehiculares
Lo más grave de todo es cómo es posible que camiones o tráileres cargados de indocumentados atraviesen prácticamente el país sin ninguna autoridad...
Al caer la tarde del lunes anterior, un tráiler se volcó en la llamada Carretera Internacional (federal) al sur de Navojoa. La unidad portaba placas del Servicio Público Federal. El percance habría llamado la atención por sí mismo. Pero lo hizo todavía más al tomarse nota de que transportaba 130 indocumentados, 15 de los cuales resultaron lesionados.
Debe reconocerse que, de una u otra forma, accidentes tan serios o graves como el que se comenta, se han vuelto más o menos comunes en las carreteras del país desde que se acentuó el tránsito de indocumentados hacia Estados Unidos. Ni siquiera por la dolorosa repetición de episodios como el ocurrido el lunes pasado al sur de la entidad, se ha hecho oficialmente lo mínimamente posible para evitar su repetición. No resultaría exagerado afirmar que una parte de las carreteras han sido y son escenario más o menos común para el registro de esta clase de percances.
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En realidad, poco o nada se sabe en público de la “logística” bajo la cual se planean o se acuerdan los trayectos que a menudo empiezan en la frontera sur del país con la finalidad de llegar a su contraparte norteña, es decir, la propia de Estados Unidos. Empero, a la hora de la hora, el problema no debe ser ese, siéndolo, sin duda. Lo más grave de todo es que a menudo no se sabe cómo es posible que camiones o tráileres cargados de indocumentados atraviesen prácticamente el país sin que ninguna autoridad (de la jerarquía o rango que sea) los detengan, siquiera para preguntarle al conductor de la unidad si tiene en orden su licencia de manejo.
Piénsese en todos los puntos de revisión que existen a lo largo de las carreteras del país y en los cuales sus custodios o vigilantes seguramente se hacen “patos” y dejan pasar a los tráileres que siguen su marcha como si nada, llevando una cuantiosa “carga humana” de la que nadie parece saber nada hasta que algo sucede. Esta es casi una historia de siempre, aunque agravada en un tiempo como el de hoy a partir del surgimiento de la crisis migratoria desatada en el norte del país, y que se pondrá peor si un sujeto llamado Donald Trump gana la presidencia de Estados Unidos. ¡Jesús mil veces!
Es claro, como resulta obvio asumirlo, que muchos episodios ocurridos en la vía pública terminan por llamar la atención ciudadana. Piénsese, por ejemplo, en la tragedia o desgracia (porque eso fue) originada en Ciudad Obregón por el boxeador Orlando “Siri” Salido en una casa contra la que estrelló su camioneta, en hechos ocurridos la madrugada del pasado viernes. Un hombre que dormía resultó muerto y dos personas más resultaron lesionadas. El ex pugilista también sufrió afectaciones corporales y está en un hospital bajo diagnóstico grave.
Tiene que ser preciso asumir que lo ocurrido fue prácticamente un grave percance que las autoridades no han definido oficialmente cómo se produjo. Al parecer, sin embargo, el también ex diputado local perdió el control de la camioneta que manejaba y se estrelló con una barda y luego contra una casa, donde dormía una familia. No debe resultar muy complicado establecer la forma o el modo en que se produjo tan lamentable episodio y las causas que lamentablemente lo indujeron.
“Siri” Salido no es sólo un reconocido ex boxeador sonorense. También fue diputado local. Hoy afronta esta difícil situación. No se conocen todavía los cargos que deberá enfrentar por lo ocurrido. Seguramente las acusaciones en contra suya tendrán que ser severas porque los hechos a que se alude tienen una grave y dolorosa significación que no puede pasarse por alto. También habrá que considerar el propio estado de salud del propio “Siri” Salido, reportado, como quedó dicho, bajo diagnóstico serio.
Los hechos diarios suelen llamar la atención general por la muy diferente materia que a menudo suele nutrirlos. En la muy lamentable coloración que presentan los dos sucesos que hemos comentado hoy en esta columna, se advierte una misma, aunque distinta gravedad en cuanto a su conclusión. Pero se trata de episodios que francamente nunca deberían ocurrir por el sino trágico que los caracteriza. El problema es que no se advierte cómo sería posible evitar su realización en la vida cotidiana.
Plantear lo anterior equivale a suscribir un imposible. Aunque, en efecto, tendría que hacerse todo lo posible (no hay redundancia en este juego de palabras) para impedir el registro de episodios como los comentados. Con crudeza verbal extrema, podría hasta reconocerse que se trata de sucesos que por ser lamentable o desgraciadamente cotidianos tendrían que ser vistos como naturales o inevitables. Nada de eso. Porque lo justo y correcto sería que nunca tuvieran registro.
armentabalderramagerardo@gmail.com