Las Plumas

“¡No sean cobardes!”

“¡No sean cobardes!”

“No sean cobardes, no pongan a sus hijos a vender droga”, fuerte la declaración del capitán Cándido Tarango Velázquez al detectar en varios sectores de nuestra ciudad a niños con armas y drogas.

Esto que dice el capitán de la Secretaría de Marina, hoy director de la Secretaría de Seguridad Pública de Cajeme, es sumamente delicado y doloroso, porque si se corrompe a la niñez qué futuro podemos esperar para nuestra nación.

Por otra parte, ¿Se imaginan ustedes qué clase de persona hay que ser para exponer de esta manera a tus propios hijos? Lo más seguro es que los padres sean adictos consumados sin escrúpulos que no les importa nada más que conseguir la próxima dosis para evadirse de su triste realidad. Son muertos vivientes sin temor de Dios, sin temor a la Ley, sin amor ni propio.

Esta situación de involucrar a los hijos pequeños en actividades ilícitas, de meter a los menores al mundo trágico y sucio de los adultos perdidos, no es novedad.  En Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, sucedió en los años ochenta durante la “pandemia” del crack que les pegó durísimo. Aquí había menores vendiéndole droga a su propia madre, niños muertos en las calles, niños que les pedían a sus padres que el día de su velorio los vistieran con su ropa favorita, niños adictos que perdieron la batalla de la vida desde antes de lidiarla, y todo por culpa de sus propios padres.

Y, si a lo anterior le agregamos que muchos pequeños no están accediendo a una buena educación por la pandemia o falta de interés de los tutores, y que, por otro lado, están los nefastos reggaetoneros y los autores de los mentados “corridos alterados” los están pervirtiendo, los están sexualizando desde niños con su música obscena y de mal gusto, no es difícil imaginar que sus vidas van a terminar mal, pero, antes, los cajemenses viviremos una réplica en la tierra de lo que es el infierno prometido: tragedia, dolor, sangre derramada, decadencia, vacío existencial, pobreza y, lo más triste, arrancarles de tajo la inocencia y la alegría que la niñez representa. Al tiempo.