"Mensis Bibliae"

Septiembre es conocido como "Mes de la Biblia" en el mundo, en honor a San Jerónimo, quien tradujo la Biblia al latín

Mensis Bibliae

En latín, la traducción literal sería "Mes de la Biblia". Septiembre es conocido como "Mes de la Biblia" en el mundo, en honor a San Jerónimo, quien tradujo la Biblia al latín (la Vulgata), y se conmemora el 30 de septiembre.

Celebrar septiembre como el mes de la Biblia nos invita a leer, meditar y vivir la Palabra de Dios cada día, transformando nuestra fe en acciones concretas de amor y santidad. La oración diaria, unida a la reflexión de las Escrituras, nos permite escuchar a Dios y dejar que su Palabra guíe nuestra vida: "Tu palabra es lámpara a mis pies y luz en mi camino" (Salmo 119,105), recordándonos la dirección que debemos seguir; "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4,4), enseñándonos que nuestra vida depende de su Palabra; confirmando que la oración y la obediencia a la Palabra son el camino seguro hacia la santidad y la salvación. Leer, orar y vivir la Biblia no es sólo una práctica devocional, sino un llamado urgente a vivir como auténticos discípulos de Cristo.

La Biblia es el libro sagrado de los cristianos, considerando la Palabra de Dios escrita bajo su inspiración. Está compuesta por dos grandes partes: el Antiguo Testamento, que narra la historia del pueblo de Israel, sus leyes, profetas y sabiduría, y el Nuevo Testamento, que relata la vida, enseñanzas, muerte y resurrección de Jesucristo, así como la misión de los apóstoles y la vida de la Iglesia primitiva. Contiene 73 en la tradición católica (y 66 libros en la tradición protestante), escritos en diferentes épocas, por distintos autores y en varios géneros literarios, como narrativa, poesía, profecía y cartas. Su riqueza radica en transmitir verdades espirituales, enseñanzas morales y guía para la vida diaria. Por eso, la Biblia no es sólo un libro antiguo, sino un tesoro vivo que sigue orientando y transformando la vida de quienes la leen y meditan.

Un autor decía que la Biblia no es simplemente un libro, sino una persona: Jesucristo, que se nos revela a través de las Escrituras. Leer y meditar la Palabra de Dios es esencial en la espiritualidad católica sana, porque nos acerca a Cristo, nos fortalece en la fe y nos guía en la vida cotidiana hacia la salvación. La Palabra nos enseña, consuela y transforma, siendo una luz para nuestro camino: "Tu palabra es lámpara a mis pies y luz en mi camino" (Salmo 119,105), "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4,4), y "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia" (2 Timoteo 3,16). Por eso, la lectura constante de la Biblia nos permite conocer a Cristo y vivir según su voluntad.

"QUIEN ORA SE SALVA, QUIEN NO ORA SE CONDENA"

Se atribuye a San Alfonso María de Ligorio, insistía mucho en la urgencia de la oración constante como camino seguro hacia la salvación y advertía que alejarse de la oración pone el alma en peligro. Su enseñanza refleja la centralidad de la oración en la vida cristiana y la confianza en la gracia de Dios.

La idea del santo refleja que la oración es esencial para nuestra salvación: es el medio por el cual nos unimos a Dios, recibimos su gracia y fortalecemos nuestra fe. Sin oración, el corazón se aleja de Él, quedando expuesto a las tentaciones y al pecado, lo que nos impide vivir plenamente en su amor. Orar no es sólo pedir cosas, sino entregar nuestra vida a Dios, mantenernos en comunión con Él y dejarnos transformar por su voluntad.

En la Última Cena, Jesús nos dejó un ejemplo y una enseñanza profunda sobre la santidad a través de su Palabra: "Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad" (Juan 17,17). Con estas palabras nos recuerda que la santidad y la salvación se encuentran en vivir según la Palabra de Dios, dejándonos guiar por su verdad en cada aspecto de nuestra vida.

TE PROPONGO ALGUNAS RECOMENDACIONES PRÁCTICAS Y ESPIRITUALES:

1. LECTURA Y MEDITACIÓN DIARIA

*Dedica un tiempo cada día a leer un pasaje de la Biblia.

*Puedes seguir un plan de lectura: por ejemplo, un capítulo de los Evangelios cada día o lecturas temáticas (amor, perdón, oración).

*Reflexiona sobre cómo ese mensaje se aplica a tu vida diaria.

2. COMPARTIR LA PALABRA

*Organiza un grupo de lectura bíblica en tu parroquia, familia o con amigos.

*Comparte versículos en redes sociales con breves reflexiones personales.

*Enseña a otros, especialmente jóvenes o niños, historias bíblicas y su mensaje práctico.

3. ORACIÓN Y CONTEMPLACIÓN

Dedica momentos de oración usando la lectio divina:

*LEER ? Lee con calma un pasaje de la Biblia, prestando atención a cada palabra y frase. No te preocupes por entenderlo todo de inmediato; deja que el texto te hable lentamente. Observa qué palabras o ideas llaman más tu atención en este momento de tu vida.

*MEDITAR ? Piensa en lo que el pasaje quiere decirte personalmente. Reflexiona sobre cómo se relaciona con tus acciones, pensamientos y sentimientos. Pregúntate: "¿Qué me quiere enseñar Dios con esto hoy?".

*ORAR ? Conversa con Dios sobre lo que descubriste en la lectura y meditación. Exprésale tus alegrías, dudas, necesidades o agradecimientos sinceramente. Permite que tu oración surja del corazón, no sólo de palabras aprendidas.

*CONTEMPLAR ? Quédate en silencio, disfrutando de la presencia de Dios dentro de ti. No busques soluciones ni explicaciones, simplemente abre tu corazón. Deja que Dios te toque, inspire y llene de paz mientras permaneces atento a Él.

*DECIDIR CÓMO APLICAR LO APRENDIDO EN LA VIDA DIARIA ? Busca formas concretas de vivir lo que aprendiste. Piensa en acciones pequeñas pero significativas que puedas hacer hoy o esta semana. Así, tu lectura se transforma en vida, y la Palabra se hace experiencia real.

La oración y la lectura constante de la Palabra de Dios son la única vía para que la gracia divina transforme verdaderamente el corazón de cada persona. Sólo a través de este encuentro con Dios el alma puede liberarse de las ataduras del pecado, de los vicios y de las dependencias que tantas veces esclavizan y destruyen la vida, convirtiéndose en terreno fértil para la violencia y el crecimiento de nuevos miembros al crimen organizado. La verdadera conversión no es solo un acto externo, sino un cambio profundo del corazón que nos permite vivir en libertad, justicia y amor. Por eso, debemos permitir que la fuerza de la Palabra de Dios penetre en nosotros, guíe nuestras decisiones y renueve nuestra vida, para que podamos romper las cadenas del mal y caminar hacia la santidad con fe y esperanza.

saulportillo@hotmail.com