"Mater Ecclesiae"

Las raíces teológicas de este título se remontan a la Iglesia primitiva

"Mater Ecclesiae"

En latín, "María, madre de la Iglesia" se traduce como "Mater Ecclesiae". Este título, que fue declarado oficialmente por el Papa Pablo VI en 1964, reconoce a María como la madre de la Iglesia; es decir, como la madre de los creyentes.

Las raíces teológicas de este título se remontan a la Iglesia primitiva. Los Padres de la Iglesia, obispos santos y estudiosos de los primeros siglos, hablaban a menudo de María como la nueva Eva. Así como la Mujer Eva fue "la madre de todos los vivientes" (Génesis 3,20), la Mujer María fue la madre de todos los que viven en Cristo. En Apocalipsis 12:17, San Juan dice que la descendencia de esta Mujer es "los que guardan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús".

El Papa San Juan Pablo II dijo: El título "Madre de la Iglesia" ... refleja la profunda convicción de los fieles cristianos, que ven en María no sólo a la madre de la persona de Cristo, sino también de los fieles. La que es reconocida como madre de la salvación, de la vida y de la gracia, madre de los salvados y madre de los vivos, es justamente proclamada Madre de la Iglesia.

La popularidad de la expresión "Madre de la Iglesia" creció especialmente en los siglos XX y XXI. En 2018, el Papa Francisco agregó un día festivo con este título para el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, considerado el cumpleaños de la Iglesia. En 2025, la memoria de María, Madre de la Iglesia se celebró el 9 de junio.

¿CÓMO SE CONVIRTIÓ MARÍA EN MADRE DE LA IGLESIA?

El Padre eligió a María de entre todas las mujeres para ser la madre, según la naturaleza humana, de su Divino Hijo. Como es Madre de Cristo en el orden natural, es también la Madre de Su Cuerpo Místico, la Iglesia, de la cual Él es la Cabeza en el orden de la gracia.

En la carta a los Hebreos 2:9-13, el autor deja en claro que Jesús es nuestro hermano: Vemos a Jesús, que por un tiempo fue hecho menor que los ángeles, coronado de gloria y honra a causa del sufrimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustara la muerte por todos.

Porque convenía que aquel para quién y por quien existen todas las cosas, al llevar a muchos hijos a la gloria, perfeccionara mediante el sufrimiento al pionero de su salvación. Porque el que santifica y los que son santificados tienen un solo origen. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: "Proclamaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te alabaré". Y de nuevo, "confiaré en él". Y nuevamente, "Aquí estoy, y los hijos que Dios me ha dado".

Dado que Jesús es nuestro hermano y María es su madre, se deduce que María también es nuestra madre.

Así, la Tradición de la Iglesia, procedente de los Apóstoles, nos enseña a comprender que el Señor confiaba todos sus discípulos a María, en la persona de San Juan.

¿CUÁNDO NOS ENTREGA JESÚS A SU MADRE COMO NUESTRA MADRE?

Cuando Jesús estaba en la cruz, vemos el tierno momento en que le dio a María al apóstol Juan. En el Evangelio de Juan 19:26-27, leemos: "Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien amaba que estaban cerca, dijo a su madre: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "¡Ahí tienes a tu madre!" Y a partir de esa hora el discípulo la llevó a su propia casa".

Jesús nos entrega a María como madre de la Iglesia en la persona de Juan, el discípulo amado; pues contrariamente a lo que algunos piensan, que Jesús, en la agonía, estaba pensando en no dejarla solita, pues siendo viuda y atestiguando uno de los dolores más grandes que puede experimentar una madre, que es presenciar la muerte de su único hijo.

En ella, la madre dolorosa, toda mujer que ha perdido en enfermedad, accidente o violencia a un hijo, puede sentirse comprendida y acompañada con María Santísima, pues ella lo entiende perfectamente, como ante la agonía de su hijo, ella seguía creyendo, confiando en el anuncio del arcángel san Gabriel, que 33 años antes le dijo que su hijo sería "grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin." (Lucas 1, 32-33). Ella sigue creyendo, sigue confiando, a pesar de lo que ve y siente; no reclama, no se pone a patalear por la diferencia de corona del que se le dijo que reinaría, pues no era corona de rey, con oro y joyas, sino una corona de espinas.

Hoy con tantas madres buscadoras de hijos desaparecidos, vuelve a ser importante invocar la presencia y acompañamiento de María Santísima en nuestra especial advocación mexicana de Guadalupe, para que nos repita las palabras dichas a San Juan Diego: "No se entristezca tu corazón... ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?"; ella podría no quitar la tristeza, pero cuando se comparte o hay compañía de alguien más, sobre todo que sabemos que nos quiere, la tristeza se vuelve media tristeza, así como la alegría compartida, se convierte en doble alegría.

Cuando uno encomienda a un hijo a un familiar adulto, primero se dirige al más grande y fuerte para la encomienda de cuidar, luego una vez que acepta la tarea, se dirige al menor para decirle que tiene que respetar y obedecer a quien cuidará en ausencia de los Padres. ¡Así fue en la cruz! Jesús se dirige primero a la fuerte, "Madre he ahí a tu hijo", luego al menor "Hijo, he ahí a tu madre", estamos bajo la tutela de la Madre de Dios, Madre de Jesucristo, Madre de los discípulos de Jesús en Juan, y por lo tanto madre de todos los creyentes en la Iglesia. Tenemos, como Juan, que obedecer a Jesús y "llevárnosla a nuestra casa".

MARÍA ES MADRE Y MAESTRA PARA SER MEJORES DISCÍPULOS DE JESÚS

Con María aprenderemos a ser como ella: ella es madre y como toda madre es también maestra de vida; por eso solo comparto cinco recomendaciones para ser mejores discípulos de Jesús, como ella fue discípula perfecta.

1.- La obra es de Dios en nosotros, por medio de su Espíritu Santo

Mandato del día de la ascensión del Señor Hechos 1, 4-5.8 "En una ocasión (Jesús resucitado), mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: ´La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra´".

Lucas 1:35 "El Ángel le respondió: ´El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra...´ La obra es de él; si lo dejamos actuar, pidamos su fuerza como ella lo hizo.

2.- Novenas, como camino de relacionarnos

Hechos 1:3, nos cuenta que Jesús resucitado se les apareció por 40 días, dándoles pruebas de que era él y hablándoles del reino de Dios; luego subió al cielo, fue hasta el día 50, que viene el Espíritu Santo, esto implica los 9 días y un alba de oración, primera novena de oración en la historia, es la de pedir la promesa del Padre que Jesús les había anunciado, sin saber cuándo y cómo sería el cumplimiento de la misma; por eso, solo una experta como María sabía lo que era el Poder de lo alto, pues lo vivió el Día de la Anunciación o Día de la Encarnación de Jesús en su vientre virginal por obra y gracia del Espíritu Santo.

La primera novena de oración comunitaria, quien de seguro presidía la oración era ella, la esposa del Espíritu Santo, pues como lo iba a hacer Pedro o Santiago o Juan si en el huerto de los Olivos no podían orar una hora, pues se quedaban dormidos.

Orar juntos tiene su ventaja, nos animamos mutuamente a no desanimarnos, asegurémonos que estemos en compañía correcta, dentro de la Iglesia, con la Madre de Jesús a un lado; ella, que le enseñó a rezar a Jesús, tiene mucho que enseñarnos todavía.

3.- Fortalece vínculos fraternos entre todos, como familia de Dios

Perseveraban en la oración en compañía de María la madre de Jesús y sus hermanos, familiares. Grupos separados ahora unidos.

Hubo un tiempo en que los Evangelios nos cuentan que había familiares de Jesús que pensaban que se había vuelto loco; es decir, no lo aceptaban, por eso el dicho antiguo que citó Jesús de los profetas, que eran rechazados por los de su familia y su pueblo.

Hechos 1:12-14 "Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos."

En la novena de vigilia a pentecostés, ya no había división entre discípulos y los hermanos o familiares de Jesús, el milagro de unidad ya se estaba fraguando en esos días.

4.- Primer discípula – La Dicha de María

Lucas 11:27-28 "Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: ´¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!´. Jesús le respondió: ´Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican´".

Ser discípulo hasta decir como señala en Gálatas 2:20 "Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí".

No solo conocer lo que es Dios, sino conocernos en él, escuchando su Palabra, practicarla en obediencia hasta que él viva en nosotros.

5.- El Silencio de María: Creer y confiar contra toda esperanza, aunque la vista nos engañe

Lucas 2:19: "Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón". Lucas 2:51 "Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón". La próxima semana, Dios mediante, hablaremos de su inmaculado corazón.

Aprendamos como ella: a creer y confiar con el corazón; vivir las experiencias de Dios en el corazón, para meditarlas, como un cofre, que hay que sacar las experiencias de fe de la vida, en los momentos más difíciles de nuestra historia personal; aprendamos a decir, con plena confianza, "hágase en mí, según tu palabra" (Lucas 1,38), tu voluntad Señor. Amén.

saulportillo@hotmail.com