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Las Plumas

Llantas ponchadas

Ahora a los pillos les dio por ponchar las llantas de los automóviles, ante la pasividad oficial; nuevo embajador de EEUU en México; pobreza en Cajeme

Francisco Gonzalez Bolon

En las últimas horas, manos criminales han realizado un experimento muy peligroso: ponchar llantas de los carros.

Quienes se dieron cuenta, subieron a las redes sociales fotografías del primer suceso conocido, por rumbos del Nuevo Estadio de los Yaquis de Obregón.

Y la tarde de ayer, a la entrada de la colonia Villa Bonita, dos automovilistas también sufrieron este tipo de percances.

En todos los casos, no se supo si los dueños de los autos fueron asaltados, como ya sucede en otros sitios del país, que, a la hora de bajarse a evaluar el daño, les salen personas armadas para bajarles sus pertenencias.

Lo que sí es cierto es que este suceso añade algo así como otras rayitas más al nivel de violencia que se vive en Cajeme y Sonora, ante la pasividad de las autoridades de todos los niveles.

Se ha dejado al ciudadano de bien indefenso ante los embates de la delincuencia a todas horas del día y de la noche.

Mientras se concreta el anuncio de Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, de blindar la frontera norte contra los criminales, se sigue con la política esa de los abrazos sin balazos.

Y se le ha añadido una nueva vertiente: mantener entretenidos a los mafiosos con la lectura de diversos libros para así terminar con la violencia.

Como si quienes se dedican a accionar armas para librarse de sus enemigos tuvieran conciencia de lo que es leer.

Sus excepciones ha de haber, seguramente, pero el 99.9% de los asesinos prefiere tener el cerebro lleno de drogas que estar atentos a lo que hizo Don Quijote de la Mancha o los sucesos relatados por ?Dante Alighieri en el poema de la Divina Comedia.

Porque, a fuerza de ser sinceros, ante el llamado que se les hizo durante la presentación del programa Fandangos por la Lectura, encabezado por la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, como que no tuvo eco, pues los malandrines no llegaron a las bibliotecas a hacer fila para sacar un libro, como tampoco lo hacen cuando los llaman a entregar sus armas a cambio de una despensa.

“Estos libros queremos entregárselos a quienes (…) hacen travesuras y dañan a la gente, y perturban y les quitan su paz y tranquilidad, les quitan objetos y pertenencias a sus familiares, además de la paz de su alma, su casa, de su país. A ellos hay que regalarles un libro y decirles: ‘tregua, por favor. Lee, lee para que no ataques a nadie’. Les decimos: ‘toma un libro, deja de hacer lo que haces y toma un libro’”.

Se requiere, no la entrega de un libro sino toda una estrategia integral desde los hogares y las aulas, pero también desde el Gobierno, para que las nuevas generaciones adopten la cultura de leer, hasta hoy perdida, y se vayan integrando los escenarios de paz deseados.

Regalar obras escritas es como el resto de los programas asistencialistas, o electoreros, que en definitiva no sirven para la superación de la pobreza.

Hay que hacer más por el país para librarlo de la corrupción, la violencia, la falta de empleos y tantos otros problemas que requieren soluciones de raíz, no de aspirinas para el mayor cáncer que nos agobia: los políticos demagogos que se venden como mesías, pero son iguales o más corruptos que a quienes critican.

Comentarios: francisco@isamultimedia.com