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Las Plumas

La sexoservidora con la que fue al hotel resultó ser sexoservidor

La sexoservidora con la que fue al hotel resultó ser sexoservidor

De política y cosas peores Armando Fuentes (Catón)

Grande fue la sorpresa de don Avilano cuando se percató de que la sexoservidora con la que fue al hotel no era sexoservidora, sino sexoservidor. Antes de que el atónito señor pudiera pronunciar palabra le dijo el travestido: "Usted también dio un nombre falso en la administración". Babalucas pagó su cuenta en el restorán y se dispuso a salir. Le preguntó al mesero que lo atendió: "¿Viste dónde dejé mi sombrero?" Le indicó el muchacho: "Lo trae usted puesto". "Ten esta propina extra -lo premió Babalucas-. De no ser por ti me habría ido sin él". En la zapatería el irritante cliente se probó 18 pares de zapatos, y al final no compró ninguno. El dueño del establecimiento le hizo un extraño obsequio: le regaló un condón. Le explicó al indeseable sujeto: "Es una promoción que tenemos para que no sigan naciendo clientes como usted".

Motel Kamawa. Habitación 210. La linda chica se afanaba en llenar un cheque. Le dijo a su maduro galán: "Caramba, don Vetulio. Tampoco su pluma funciona". La suegra y la esposa del explorador estaban atadas a sendos postes en torno de los cuales los caníbales bailaban una ominosa danza. El explorador bailaba junto con los salvajes, y lanzaba gozosos ululatos de alegría. La señora le dijo a su hija: "Ya no me cabe ninguna duda, Arpina. Tu marido no nos quiere ni a ti ni a mí". El inspector escolar detestaba cordialmente a Pepito. En el examen de aritmética le preguntó a un niño: "Si tengo dos gotitas de agua, y luego otras dos gotitas, ¿qué tengo ahora?". Contestó el niño: "Cuatro gotitas de agua". En seguida, con expresión maligna, el inspector le preguntó a Pepito: "Si tengo 2, 397 gotitas de agua, y luego 1,175, y después 892, y en seguida 37, y por último 9 gotitas de agua ¿qué tengo ahora?". Respondió al punto el chiquillo: "Un charquito". La madre del joven Leovigildo se preocupaba por la salud moral y física de su retoño. Lo interrogó: "Dime, hijo: ¿estás saliendo con muchachas buenas?". "Sí, madre -le aseguró el muchacho-. No tengo dinero para salir con muchachas malas".

Noche de bodas. Terminado el primer trance nupcial la ingenua novia se levantó del lecho y fue a hacer una anotación en su diario. Luego se encaminó al baño. El novio, poseído de insana curiosidad, acudió a leer las palabras que su cándida mujercita había escrito. Leyó esto: "Lo que acaba de suceder fue una experiencia terrible. Sólo me sostiene la convicción de que no se repetirá otra vez"... Glafira, la hija de don Poseidón tenía un novio de nombre Remisio. Cinco años llevaban ya de relaciones y el tal Remisio no daba trazas de abrigar intención matrimonial. Una prima de Glafira que hacía tiempo no la veía le puso un mensaje: "¿Ya te pidió tu novio la mano?". Respondió ella: "Eso es lo único que no me ha pedido". Un hombre entró en el Bar Ahúnda. Llevaba con él a un perro de raza indefinida. El can se fue directo al piano, y ante el asombro general tocó a la perfección el Impromptu 3 de Schubert, un Arabesque de Debussy y la Rapsodia Húngara número 2 de Liszt. El cantinero exclamó entusiasmado: "¡Qué maravilla de perro!". Replicó el tipo: "Te lo vendo. Dame 100 pesos por él". El de la taberna se sorprendió. "¿Por qué lo vende, y tan barato?". Explicó el otro: "Solamente sabe tocar música clásica, y la billetiza está en la popular". Don Carmelino Patané y su esposa cumplieron 40 años de casados, y fueron a una segunda luna de miel. Al regreso del viaje el hijo del señor le preguntó a su padre cómo le había ido. "No muy bien -suspiró don Carmelino-. La primera vez tu mamá no hallaba cómo contenerme. Ahora no hallaba cómo consolarme". FIN.