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Las Plumas

La prótesis

Jesús Huerta Suárez

De pronto, la rutina en la planta de empaque se vio interrumpida por un terrible grito de dolor que retumbó el ambiente. ¿Ahora quién se habrá cortado?, me pregunté. Y sí; a los minutos ya se sabía que una de las máquinas le cortó la mano a una compañera de trabajo.

¡Sí, la pobre Rosy valió madre!; ella es una morrita de unos diecisiete años que tenía poco de haber entrado a trabajar al empaque. Fue algo muy gacho, y, aunque no era la primera vez que la cortadora le cercenaba la mano o los dedos a alguien, no terminabas de acostumbrarte al suplicio de alguien. Después del grito, la pobre se desmayó, y a los minutos llegó una ambulancia, la subieron y se la llevaron al hospital, y todo volvió a la “normalidad”.

La Rosy era mi compañera de línea, y digo era porque se quedó sin la mano derecha. Un descuido y la falta de protección fueron suficientes para cambiarle la vida. La empresa de inmediato la indemnizó con 12 mil pesos, los cuales aprovechó para comprarse una ropa, un ropero, un celular de los chafas, una tele y otras cositas, según me contó, y me aclaró que, aunque no le alcanzó para todo eso, por supuesto que le dieron crédito por tener cuenta de Banco. Eso dijo.

Y no supe más de ella, hasta que después de un tiempo me buscó para pedirme que le ayudara como fuera. Yo le prometí que haría lo posible por hacerlo, y, de pasadita me dijo que le urgía trabajar, pues le querían embargar porque no había podido terminar de pagar lo que había sacado fiado y la deuda seguía creciendo.

Con lana, no la podía ayudar, porque andaba igual, así que me puse a juntar dinero y hasta que pude le mandé comprar una mano ortopédica a México. Envié el dinero a Guaymas y esperé hasta que me llegó el paquete. En cuanto tuve su mano en mis manos, agarré el camión y se la llevé a su casa. Bueno, más bien a un humilde cuarto en medio de la nada, por la Calle Base, donde vivía. Toqué la puerta y salió quien dijo ser su padre. Le conté la razón de mi visita, y me dijo que no les había ido bien últimamente. Que estaban muy amolados. Y eso se notaba a leguas. De pronto la Rosy se asomó tras de su padre. Y yo, muy contento, le dije-¡Rosy, ya me llegó tu prótesis! ¡Mira, tócala, es como si fuera de verdad! Y le alcancé el remplazo. Ella, tímidamente, preguntó— ¿Una prótesis?

¡Sí! anda pruébatela—le contesté, y se la entregué.

Sin verme a los ojos, me dijo— ¿Y no me puedes dar mejor el dinero para pagar en la Coppel?

No supe bien qué contestar, y mejor me fui.

“…Por favor, di que me dejarás estrechar tu mano” The Beatles

Jesushuerta3000@hotmail.com