Las Plumas

La Inflación en lo que comemos

En febrero y durante la primera quincena de marzo, la inflación registró un leve descenso, que brinda cierta esperanza, pero hay que tomar con cautela

La Inflación en lo que comemos

En febrero y durante la primera quincena de marzo, la inflación en nuestro país registró un leve descenso, que aunque brinda cierta esperanza, debe tomarse con cautela, ya que todavía falta un largo camino por recorrer para cantar victoria contra los aumentos en los precios.

Para empezar, si bien es cierto que en enero la inflación general anual era de 7.91% y para la primera quincena de marzo bajó a 7.12%, este descenso se debe principalmente a una reducción de la inflación no subyacente. En cambio, la inflación subyacente pareciera que se resiste a bajar.

Cuando hablamos de la inflación no subyacente, nos referimos a los bienes y servicios cuyos precios no responden directamente a condiciones de mercado, sino que se ven altamente influenciados por condiciones externas como el clima o regulaciones, y por lo tanto tienden a ser más volátiles, como es al caso de los productos agropecuarios y los combustibles.

En contraste, la inflación subyacente que precisamente excluye a los productos con precios volátiles, en enero se encontraba en un nivel anualizado de 8.45% y para la primera quincena de marzo apenas bajó a 8.15%, es decir, descendió a un ritmo mucho menor que la inflación general.

Por otra parte, la realidad es que el mayor problema de inflación que vivimos en nuestro país se concentra particularmente en los alimentos, lo que lesiona sobre todo los bolsillos de las familias, ya que este rubro consume entre un tercio y hasta la mitad del gasto en los hogares mexicanos.

Mensualmente el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) mide la evolución del costo de la canasta alimentaria por persona, la cual se define como el conjunto de alimentos suficientes para satisfacer las necesidades más básicas de un hogar promedio.

En febrero pasado, el valor de la canasta alimentaria en zonas urbanas se situó en 2 mil 154.80 pesos por persona al mes, mientras que en diciembre de 2022 era de 2 mil 124.70 pesos y en febrero del año pasado estaba en mil 950.26 pesos.

Esto significa dos cosas: 1. En los dos primeros meses de 2023, la canasta alimentaria continuó elevando su costo, pese a la reducción de la inflación general anual y de la inflación no subyacente y 2. En el último año, la canasta alimentaria ha aumentado su costo en 10.5%, esto es por arriba de la inflación general e incluso de la inflación subyacente.

De los 42 productos que integran la canasta alimentaria del Coneval, 40 han aumentado en el último año (febrero 2022-febrero 2023) y apenas 2 han reducido sus precios.

De los 40 productos con alza, 23 han aumentado entre un 10 y 20%, 10 se han incrementado en menos de 10% y 7 han elevado sus costos al consumidor entre un 21 y hasta un 53%.

El tomate encabeza la lista de aumentos durante el último año con un alza en su precio de 53.3%, le sigue el chile con 42.2%, la naranja 38.3%, el huevo 35.2%, el pan blanco 24.9%, la pasta para sopa 21.6% y la papa con un incremento de 21%.

Esto se traduce en que hace un año el precio del tomate era de 18.50 pesos por kilo, mientras que hoy es de 28.37 pesos, o que el del huevo era de 41.91 pesos por kilo en febrero de 2022 y ahora en febrero pasado se cotizó en 56.66 pesos.

Es por todo esto que para el consumidor de “a pie” no tiene sentido cuando en las noticias o las autoridades afirman que la inflación va a la baja.

La realidad es que eso aún no se siente en los bolsillos de la gente, y lo que el ciudadano sí tiene claro es que cada vez su ingreso le alcanza para comprar menos.

Twitter: @gomezreyna