La crisis en Venezuela

Según la declaratoria del Consejo Nacional Electoral, Nicolás Maduro ganó la elección con el 51% de los votos emitidos frente a Edmundo González...

Por: Gerardo Armenta

Impresiona tomar nota de los acontecimientos que hoy tienen lugar en Venezuela tras el proceso comicial del domingo anterior. En tiempos en los que prácticamente en todos lados (con las obvias excepciones entendibles) se busca el predominio de los ánimos electorales y democráticos, en aquel país sudamericano a su gobierno, por lo visto, se le hizo fácil burlar la voluntad ciudadana.

A la distancia, y según toda clase de indicadores confiables en extremo, todo permite suponer que el presidente venezolano Nicolás Maduro no pudo lograr su propósito reeleccionista con el debido o aconsejable viento a su favor. Por lo visto fue arrasado por un marcador de votos que normalmente no dejaría lugar a duda. Allá, sin embargo, esa evidencia podría estar a punto de generar una explosiva situación social y política de grandísimas e indeseables proporciones.

En la diversidad de evidencias problemáticas o conflictivas que tiene el asunto que se comenta, sobresale, por supuesto, la principal de todas, que no es otra más que la que generó el conflicto. Ésta tiene que ver con la declaratoria del Consejo Nacional Electoral venezolano, según la cual Maduro ganó la elección con el 51% de los votos emitidos frente al 44% que logró su principal adversario, el diplomático retirado Edmundo González.

 Con esta decisión, su beneficiario principal supuso que enfilaría tranquilo a lo que en los hechos sería una reelección presidencial para un tercer periodo. De esta forma, si Maduro sale ileso políticamente del actual trance que lo ha puesto contra la pared, estaría en el poder hasta allá por el año 2031, ni más ni menos. El problema con los gobernantes que llegan al poder por la fuerza y no por el convencimiento ciudadano, es que, por ejemplo, el tiempo de su gestión impuesta es lo menos que les interesa. Pero debe ser muy difícil que quienes deban hacerlo soporten a un gobernante espurio que podría durar año tras año al mando.

No sólo por eso, sino fundamentalmente porque la fuerza de la razón es el aliciente más poderoso que pude invocarse electoral o políticamente hablando, el lunes quedó suficientemente en claro lo que puede ocurrir en Venezuela durante el transcurrir de los próximos días. Como era de esperarse, miles de ciudadanos se apersonaron en las calles de la capital Caracas para protestar, ni más ni menos, por la victoria o reelección del presidente Maduro. Las imágenes al respecto resultaron impresionantes. Y lo que sin duda falta por ver al respecto. El problema es que el régimen militar venezolano seguramente no pensará mucho la decisión para desplegar oficios represivos en contra de quien sea que se le oponga.

Así lo hizo desde la misma víspera de los comicios respectivos. Hasta a un ex presidente mexicano (Vicente Fox) se le prohibió entrar a Venezuela junto con otros ex mandatarios del área. Como quedó de manifiesto, el gobierno venezolano tiene muy afinado este procedimiento por el que neutraliza a quienes políticamente no son de su agrado. El mecanismo a que se alude lo ha venido ejerciendo con una temible frecuencia. No advierte que al actuar de esta manera ofrece la más clara evidencia de su vocación represiva. Si lo hace con extranjeros, con mucha más razón debe tratar así a ciudadanos que se le oponen.

La verdad es que Maduro no parece tenerlas todas consigo. Ha llegado a un clímax social y político del que difícilmente podrá tener regreso, aunque no es imposible que lo haga si logra mantener el apoyo de las fuerzas armadas como heredero político de Hugo Chávez. Las manifestaciones en su contra empiezan a generalizarse con añadidos diversos y significativos. Por ejemplo, se supo que, en el barrio más pobre y más grande de la capital venezolana, sus habitantes marcharon el fin de semana en contra de Maduro. Un grito singularizó la marcha: "Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer".   

Venezuela ha empezado a vivir un momento crucial. Un momento en el que, hasta el mismo Chávez, presumiblemente venerado por las multitudes ciudadanas en vida y desde su fallecimiento, fue destinatario en estas horas convulsas de una repulsa ciudadana increíble. Sucedió así porque por lo menos cuatro estatuas del fallecido ex mandatario fueron derribadas el martes por los participantes en una manifestación de protesta. Tal acción podría entenderse como una especie de palabras mayores en la hora crítica por la que hoy atraviesa un país como Venezuela. Una crisis que todavía (por lo menos hasta ayer a mediodía) no despuntaba algún principio de solución.

armentabalderramagerardo@gmail.com


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