Idolatría al maíz y desprecio por la autosuficiencia alimentaria
Plantear cierre a importaciones del grano al 2024, sin un paso para revertir daños estructurales es un blof mediático, sin importar la autosuficia
La dependencia en la importación de granos básicos durante las últimas cuatro décadas, no ha dejado de acentuarse. Esto incluye los cuatro años del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no obstante, su discurso pregonero de la autosuficiencia alimentaria. El maíz, grano esencial en la dieta de los mexicanos, no está fuera del espectro de las importaciones, principalmente el destinado al sector agropecuario para garantizar disponibilidad de proteína animal y la elaboración de productos de exportación, como la cerveza, la carne y otros.
Descifrar la intención del presidente López Obrador es materia compleja. Se trata de una personalidad quijotesca que entrevera con una facilidad extraordinaria las posturas quiméricas con un pragmatismo desconcertante. Parecería el Quijote y Sancho Panza, en una sola persona. El martes 22 de noviembre, el presidente reiteró el propósito de prohibir las importaciones de maíz amarillo (destinado al sector agropecuario) a partir del 2024, como ya lo estableció en un decreto presidencial, emitido en diciembre del 2020.
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El decreto supone que, desde el día de su emisión, las importaciones del maíz forrajero (amarillo), que están en el orden de los 18 millones de toneladas anuales, se irían reduciendo paulatinamente hasta quedar eliminadas en el 2024, lo cual haría suponer que en ese mismo lapso el país las estaría produciendo para reemplazar dichas importaciones y ser nuestros propios abastecedores del consumo nacional agropecuario. En los dos años transcurridos después del decreto, las importaciones no se han reducido, por el contrario han crecido en más de dos millones de toneladas.
Los decretos para el presidente se han convertido en signos de realización simbólica y de “cumplimientos históricos”. No hay una política agroalimentaria consecuente con este decreto y al parecer, tampoco le interesa mucho elaborarla. Más bien ya no lo hizo. Es evidente que para el 2024 las capacidades productivas nacionales no estarán en condiciones de suplir los millones de toneladas de maíz amarillo que importamos para abastecer al sector agroalimentario nacional. Y el presidente lo sabe, pero le gusta jugar con banderas falsas para abrir espacios de negociación pragmática que le permitan ventajas en el escenario electoral. No han pasado más de ocho semanas, en que al ratificar el pacto anti inflacionario, les dio manga ancha a los grandes corporativos importadores de granos y de alimentos, bajo el supuesto de que ayudarían a que no subieran los precios al consumidor. La apuesta de quien le entrega la custodia del banco de sangre a Drácula.
Ante el decreto que presumiblemente cerrará las importaciones de maíz amarillo al mercado nacional, se ha desatado una polémica intensa entre los que hacen dinero con el producto (importadores) y los grupos que le rinden una idolatría mística a los maíces autóctonos. Voluntaria o involuntariamente, estos opuestos coinciden en la falta de un compromiso real con la apremiante necesidad de incrementar la producción nacional del cereal para reducir la dependencia alimentaria.
Redefinir el compromiso con la autosuficiencia alimentaria, más allá del acostumbrado cliché discursivo, exige poner en marcha cambios que reviertan las políticas que justificaron el desmantelamiento de todos los instrumentos que hasta 1982 protegían al sector alimentario como un área estratégica de la economía nacional. México se tiene que desembarazar del axioma librecambista que lo condenó con aquella expresión glorificada durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: resulta más barato importar los alimentos que producirlos nacionalmente. A la postre estamos viendo lo caro que nos está saliendo aquello que se dijo que sería barato.
En torno a la sujeción a ese axioma, desmerecieron todos los mecanismos estructurados para favorecer el incremento en la producción nacional de granos básicos, entre ellos uno de los más importantes como puntal de la soberanía alimentaria: la Productora Nacional de Semillas (PRONASE), creada en 1961, con el objeto de impulsar desde el gobierno la producción y utilización de semillas certificadas de variedades de plantas mejoradas, para incrementar los rendimientos y la productividad por hectárea. La entidad fue desmontada y liquidada en 1990 al primer tercio del gobierno de Salinas. Desde entonces el país quedó a expensas de los corporativos privados que no solo controlan la comercialización de la producción, sino también los paquetes tecnológicos relacionados con el mejoramiento de variedades de semillas.
Plantear un cierre a las importaciones de maíz amarillo para el 2024, sin dar un solo paso en dirección a revertir los daños estructurales sufridos por el sector agroalimentario mexicano, como lo hace el presidente, no es más que un blof mediático para alimentar las creencias de los grupos que le rinden tributo ritualístico al maíz, sin importarles la autosuficiencia. Es evidente que las metas para alimentar a los 130 millones de mexicanos, no se pueden cumplir si se hacen descansar en los maíces criollos y en las regiones temporaleras. No hay que confundir autosuficiencia con autoconsumo.
México tiene que salir de la trampa a la que lo empujan los que ven en el maíz una fuente de negocios y especulación, y escapar también de aquellos que lo han hecho un sujeto de adoración religiosa. Se cuenta con los referentes básicos para hacerlo. Los trazos del Sistema Alimentario Mexicano (SAM), siguen teniendo vigencia y son el antecedente más inmediato de una política agroalimentaria que estableció metas de producción y productividad, considerando los requerimientos nacionales de consumo per cápita.
Para ello se requiere que las regiones donde se ubican los distritos de riego del país y que cuentan con las mejores capacidades productivas en maíz, trigo, frijol, arroz y sorgo, sean beneficiadas con una política de precios de garantía que incorpore su producción al mercado nacional. No se debe continuar con el juego absurdo de presumir autosuficiencia alimentaria cuando solo se protege al auto consumo y se deja a expensas de los mercados internacionales a las regiones que tienen la capacidad instalada para atender un propósito nacional.