Por: Jesús Huerta Suárez
Hoy, más que nunca, cobra vigencia aquel adagio que dice que vivamos el día como si fuera el último. Hoy, a la muerte le hemos caído como anillo al dedo y su triste aroma se respira en todas partes, a menos que ya ni siquiera puedas respirar y hayas perdido el sentido del olfato por la pandemia.
Nuestra tierra huele a muerte, y es que entre los asesinatos diarios, los levantones, la enfermedad y la pandemia nos tienen sumados en un ambiente fúnebre. Eso, sin contar las aburridas precampañas de los grupos, que, cual mafias, han monopolizado el poder en Sonora y nos roban desde ahora la esperanza en que mejoren las cosas.
Aquí huele a muerte y desesperación.
Esquelas, misas de cuerpo presente, despedidas a distancia, oraciones y lamentos han ido llenando las redes sociales, mientras que el humo de los crematorios trabajando a todo vapor impregnan los cielos. Aquí huele a muerte.
Llamadas en la madrugada, mensajes en la tarde, recados en la noche, a todas horas se informa de muertes y de asesinatos, a un grado que ya duele y harta. Entre ellos van jóvenes, adultos, hombres, mujeres, ancianos, saludables, enfermos crónicos, buenos, malos, ricos, pobres…hay gente muriendo por todos lados en estas tierras del sur.
Y cómo no decir que el mismo presidente de la República se contagió; sí, el presidente, el mismo que se rió de la pandemia y que la politizó para su beneficio y el de su partido, ahora está enfermo, aunque pudiera ser esta otra mentira, pero a como han manejado la pandemia, sí es posible que sea cierto el que esté contagiado, aunque se supone que por ser el primer mandatario debió de haber sido de los primeros en ser vacunado, pero a como se ve la “logística” de vacunación en el país, es muy posible que ni a él mismo le haya llegado la inoculación. Se han dicho tantas mentiras y han cometido tantas omisiones, mientras que aquí huele a muerte. Muertos por las balas y por el covid, principalmente, que han enlutado miles de hogares y que han provocado que miles de negocios y fuentes de empleo expiren…pero, ¿qué nos depara el destino? El destino es incierto, pero no hay que bajar la guardia, ponerse el cubre bocas y seguir cuidándonos. Hay que tratar de vivir satisfactoriamente, intensamente, porque este pudiera ser el último día de nuestra vida; hay que vivir a plenitud, hay que nutrirnos de pensamientos positivos, alimentarnos sanamente, ayudar al prójimo en lo posible, trabajar duro, dejar de consumir tanta porquería que solo nos enferma, incluyendo las drogas y los vicios que mantienen fluyendo la sangre por las calles de esta tierra que huele a muerte.