Surgieron 89 solicitudes
Por: Gerardo Armenta
Por lo visto, en México lo que sobra es precisamente una sospechosa e insólita vocación generalizada para fundar partidos políticos. Por lo menos así lo parecería a la luz de ciertas evidencias. Aunque la verdad es que tendría que ponerse en duda la pertinencia o certeza de tales evidencias. Viene a cuento lo anterior (eso parece: un cuento) después de tomar nota de una información deslumbrante o carente de todo sentido o proporción en sus renglones fundamentales.
Cabe reconocer que se trata de una información real en su origen que se ocupa, vale reiterarlo, de una situación evidentemente desproporcionada que tomó curso formal porque los hechos que la nutren son reales o verídicos. Lo que se quiere plantear es que el Instituto Nacional Electoral cerró el sábado anterior el plazo con 89 solicitudes para las organizaciones que aspiran a convertirse en partidos políticos nacionales.
Y como suele decirse cuando alguien se entera de un hecho que no parece tener sentido ni proporción: leyó usted bien. No se preocupe. Porque el hecho es real. Tan lo es que vale repetirlo: el INE recibió un total de 89 solicitudes para formar nuevos partidos políticos. Y en lo dicho: leyó usted bien. Ciertas notificaciones hay que tomarlas con calma para ponerse a salvo de alguna forma de trastorno por el impacto de la impresión que podrían causar.
El INE sin duda cumple con su trabajo, en más de un sentido merecedor de aplauso. Por eso sus directivos debieron recibir con entereza envidiable (es decir, sin enojarse o soltar la risa) el caudal de solicitudes para crear nuevos partidos políticos (como si no existieran suficientes). Pero el problema es que un asunto como el que se comenta, que ha de suponerse serio, terminó por convertirse en una especie de pachanga o tomadura de pelo, quiérase que no.
Es obvio que una gran parte de las 89 solicitudes para crear más partidos políticos, tendrán por saludable destino una no menos saludable negativa. ¿En qué cabeza cabe que resulte posible acumular tan elevado número de grupos (pequeños en su mayoría) interesados en tener su propio partido político a la vuelta de la esquina? Parecería que en México lo que se quiera entender como organismos de esta denominación, ha terminado por caer en una especie de juego, donde las ideas políticas (la ideología) es lo que menos interesa.
Sucede así porque en nuestro país se ha convertido en una especie de inversión el "esfuerzo" para fundar un partido político. Asombra tomar nota del presupuesto gubernamental que se destina para este renglón que dista de ser el más lúcido, brillante o productivo del hacer nacional, cuando tendría que ser así. Los partidos políticos funcionan con presupuesto oficial, lo que significa que lo hacen con dinero público, de los contribuyentes. ¿A cambio de qué? A cambio de no hacer política solos, sino a través de coaliciones partidistas, porque, por sí solos, evidentemente no llegarían a ninguna parte.
Es en tiempos electorales cuando mayormente se advierten circunstancias como las descritas. Pero es también cuando debería ser al revés, es decir, aprovechar la duración de esas temporadas y convertirlas en el tiempo más propicio para que las siglas de cada quien demuestren de qué están hechas o para qué sirven, precisamente sin necesidad de bules para nadar. Sin embargo, a menudo (por no decir que siempre) sucede lo contrario.
Un poco de historia al respecto, señala que en una coyuntura como la de hoy suscrita en 2020, se inscribieron 106 organizaciones con ánimo de convertirse en partidos políticos. Con pocos años de distancia, en el marco de un procedimiento igual, las organizaciones registradas hoy fueron 89, como quedó dicho desde el comienzo de este apunte, lo que notifica un ligero descenso en los números actuales existentes al respecto.
Vale apuntar que en 2020 sólo siete organizaciones llegaron a la recta final, y únicamente dos de ellas se convirtieron en partidos políticos. Hoy es posible que los hechos en este sentido resulten más o menos igualmente proporcionales, lo que, vale reiterarlo, no deja de ser un simple acercamiento a la mecánica de lo que podría ocurrir. Aunque lo único que tendría que ocurrir es que se medite bien en el desarrollo de tal mecánica, obviamente sin incurrir en excesos que no vendrían al caso.
En una coyuntura como la de hoy, difícil en más de un sentido, a un país como el nuestro no le afectaría, sino al contrario, un auténtico sistema de partidos políticos. Un engranaje en el que la lucha por el poder sea precisamente eso, y donde también cada órgano partidista responda en principio a los requerimientos ciudadanos con miras y propósitos que surjan de las necesidades sociales. Los partidos no deben ser leales únicamente a sus fines políticos. Las causas ciudadanas también importan.
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