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Las Plumas

Fuego y emergencia

“Chuchuchú, chuchu…” Manuel Bartlett Díaz


El avance de la tecnología ha permitido que cada vez puedan registrarse más datos estadísticos, esas cifras que se recolectan científicamente para su análisis y uso posterior nos dan un panorama de la celeridad con que se vive en el mundo moderno. Todo puede ser medible: los nacimientos, enfermedades, accidentes viales, la confianza en las instituciones, el crecimiento o decrecimiento económico, etcétera; pero hay registros que deberían llamar con más fuerza nuestra atención.

A través de los últimos años, los datos que se utilizan para medir el cambio climático se han acelerado de forma alarmante y los estragos ya rozan lo catastrófico. Este 9 de agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés) presentó el Sexto Informe de Evaluación donde concluyen que hemos

llegado a un punto en el que los grandes cambios climáticos son “inevitables” e “irreversibles” decretando un “Código Rojo para la humanidad”. Un ejemplo de lo anterior es el caso de los incendios forestales los cuales son más frecuentes y extremos cada año. Los focos rojos se acumulan: en Rusia, Brasil, Grecia, España, Australia, Canadá, Estados Unidos… Especialmente en la zona oeste de nuestro vecino del norte el peligro se concentra en California y Oregón. ¿Qué tanto ha crecido la intensidad de los incendios forestales? Normalmente, el clima ayuda a predecir qué ocurrirá en un siniestro de este tipo. En julio del presente año, precisamente en el sur del estado de Oregón, tuvo lugar un incendio de tal magnitud que logró crear su propio clima: tornados de fuego, vientos impredecibles y una nube de aire caliente, humedad y humo capaz de generar rayos. Los expertos del IPCC han dicho que si todos remamos parejo existe una posibilidad de suavizar los efectos de una situación que ya es irreversible y evitar que las cosas se pongan aún peor; sin embargo, pareciera que cada vez hay menos espacios donde permanecer “seguros” de una debacle climática. Sabemos que esa voluntad comunitaria (en una escala pequeña) no basta para combatir aquello que se ha vaticinado. Por eso es una cuestión urgente exigir acción por parte de todos los gobiernos, empezando por el nuestro. No podemos permanecer inertes ante una serie de autoridades y servidores públicos que han manifestado una expresa indiferencia frente a un reto tan grave. Cosa contraria: parecen empecinados en retroceder a un mundo donde no importa cómo se genere la energía: con carbón, combustóleo o gasolina; como si esto no trajera ninguna consecuencia. Cuando han sido cuestionados al respecto, dan la espalda y se montan en un tren imaginario hacia el pasado.