Finanzas y aguinaldos
La violencia familiar
Siempre se ha sabido que las finanzas de los municipios no suelen ser las más pertinentes o deseable para afrontar el quehacer de las alcaldías. De una u otra manera, en esos ámbitos de gobierno siempre faltan recursos financieros. En los tiempos de la demagogia priísta, solía afirmarse en cualquier discurso que el municipio era la base o la célula (o algo así) de todo el sistema federalista imperante, sea esto lo que se quiera que signifique.
El problema es que, a pesar de esa grandiosa definición, la base republicana del país, es decir, el municipio, siempre ha estado a la última pregunta en materia financiera. Esencialmente por culpa de ese pasado, y por añadidos del presente, hoy mismo sigue estando así, aunque vale señalar que, con las obvias y entendibles excepciones, las que seguramente no han de ser muchas.
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Un caso geográficamente cercano ilustra esta situación. En Empalme, el Ayuntamiento solicitó un préstamo por 16 millones de pesos para el pago de los aguinaldos, con todo y aval del Cabildo. Nada del otro mundo, según los usos y costumbres en la materia. El problema surgió cuando la financiera solicitó al gobierno empalmense el aval de alguna propiedad oficial para facilitar el préstamo. La precaución surgió al tomarse nota de que la administración rielera le debe más de 70 millones de pesos a otra empresa.
Ojalá y no, pero si se advierte el tenor de las cifras en juego, posiblemente el préstamo de que se habla no le será autorizado al Ayuntamiento empalmense. Pero cabe esperar que el trámite respectivo prospere y los trabajadores dispongan puntualmente de su aguinaldo. ¿Qué culpa tienen ellos de que las autoridades municipales sean prácticamente insolventes, no por culpa de las que están hoy, sino de las que han estado allí al paso de los años? Esta viciosa actitud (o como quiera llamarse, porque existen otras formas de etiquetarla), suele repetirse con frecuencia en los Ayuntamientos, donde el trámite que tiene que ver con el aguinaldo siempre suele ser riesgoso por la insolvencia culposa de las instancias de gobierno que, más allá de las formalidades o exigencias que enfrentan, deberían garantizarlo sin asomo de sobresaltos para nadie.
El alcalde empalmense, Luis Fuentes Aguilar, no se anduvo por las ramas para comentar el asunto. Reconoció, ciertamente, que hay un déficit "serio" en las finanzas municipales. ¿Debido a qué? Su respuesta fue directa: "Debido a los malos manejos de gobiernos anteriores". No sólo eso. También reveló que esos gobiernos "heredaron altas deudas que hasta la fecha siguen siendo un lastre".
Con las expresiones anteriores bien puede quedar dicho todo. Empalme fue históricamente un lugar notable por su relación con el ferrocarril. Hoy no parece estar del todo bien por motivos como los delineados en líneas anteriores. Tiene, o tuvo, por lo visto, un serio problema financiero para solventar el trámite del aguinaldo para sus trabajadores. Quizá no sea el único de los municipios sonorenses con un quebranto financiero de esa naturaleza, el cual, por ingrato que sea reconocerlo, debe señalarse que en estas fechas es más común de lo que se piensa. Pero ojalá que en Empalme se le haya encontrado solución o que se esté en camino de lograrla.
Po otro lado, asombra notar de que, por ejemplo, en Navojoa existen cinco colonias que están en "rojo" por los hechos de violencia familiar que protagonizan sus moradores. Son colonias de suyo conocidas y hasta tradicionales en el contexto urbano propio: Tierra Blanca, Sonora, Aeropuerto y algunos sectores de Nogalitos y Miravalle. En estos puntos citadinos se concentra la mayor cantidad de denuncias por agresiones hogareñas registradas por el tipo de violencia que se describe.
El recuento que se tiene allí sobre episodios de violencia familiar es alto, según autoridades policiacas, el cual se hace mes con mes. Existe al respecto una cultura de la denuncia que cada vez se torna más efectiva, en virtud de la orientación que ofrece con pláticas y cursos en las visitas domiciliarias que se llevan a cabo. Es obvio que nunca estará de más una atención de esta naturaleza por parte de las autoridades.
Bajo ciertos criterios no deja de resultar un tanto insólito que, una práctica como la violencia familiar, se reproduzca, no sólo en lugares como Navojoa, sino en tantos otros más hasta causar reacciones que van entre el asombro y la repulsa. Esta indeseable actitud es primitiva y despreciable, más allá del sitio geográfico donde se ejerza y la forma que adopte. Bien hacen las autoridades en no perder de vista esta situación.