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Las Plumas

Estado de descomposición

Jesús Huerta Suárez

Muchos dicen que solo “hay que hablar bien de nuestra ciudad y de nuestro Estado”, pero, por lo visto, no se puede, a menos que seamos de la idea de que la vida es más fácil con los ojos cerrados. Estar viendo lo que pasa a nuestro alrededor y callar, es peor que hablar con la verdad por más cruel que esta sea. Las cosas andan muy mal y no podemos dejar de repetirlo e intentar, con acciones por mínimas que estas sean, hacer algo por que las cosas mejoren. No se puede. No es sano callar la boca. Las cosas andan mal, muy mal, al grado que esto parece una pesadilla en alguna calle del infierno.

Por ejemplo: en una ciudad como la nuestra, o, mejor dicho, en un Estado como el nuestro, la violencia crece al mismo ritmo de los carros sin placas oficiales, y eso no es posible. Esto no es más que sinónimo de corrupción y de falta de autoridad.

Vivimos en un Estado y en un Municipio en donde nomás el crimen avanza, y en  donde el ex secretario de seguridad pública de la Nación, el responsable de que las cosas mejoraran en este rubro, mejor renunció porque quiere ser gobernador, y tiene muchos seguidores que creen en él no sé por qué razón, o porque les va a dar trabajo, y en un Municipio en donde nomás no se ven avances reales, visión de futuro, resultados, y en donde las cinco paramunicipales operan con números rojos, pero el alcalde actual muere porque su esposa sea la próxima alcaldesa.

En un Estado en donde prácticamente no hay obra pública, y lo poco que hay los mismos ciudadanos lo destruyen. En un lugar en donde los medios de comunicación tienen la enorme tarea de acrecentar el acervo cultural de la gente y de fomentar los valores cívicos, como lo dice la ley, pero se dedican a profanarlos aún más rindiéndole culto a la decadencia y, estoy seguro, que ni cuenta se dan, eso que la mayoría de ellos están sobreviviendo de milagro.

En un Estado en donde crees que ya nada peor puede pasar, y sale la alcaldesa de Guaymas con una puntada surrealista más, de las muchas que se ha aventado, la de darle palas y baldes a las buscadoras para que sigan haciendo su trabajo de buscar los restos, los cadáveres, de sus seres queridos porque nadie puede evitar que los maten.

En un Estado en donde, entre los partidos del PRI y el PAN, nos han robado a manos llenas, nos han mentido, se han burlado, y ahora se quieren juntar dizque para salvarnos de Morena, que es un partido integrado básicamente, por “cascajos” de esos dos partidos. Surrealismo de la más alta pureza.

Vivimos en un Estado y en una ciudad en donde faltan árboles y la gente y las autoridades desprecian los árboles nativos de la región. En un Estado en donde las casetas de cobro están tomadas por insurgentes y la carretera por los yaquis sin que haya alguna autoridad que pueda, sepa o quiera hacer algo.

Vivimos en un Estado y en una ciudad en donde hasta a los que asesinan les roban sus pertenencias, ahí tendidos, agonizando, o con el cuerpo destrozado, y ahí les roban; en un lugar en donde canales, baldíos y montes son fosas clandestinas.

—Bueno, ¿pues en qué Estado vives? Te preguntarás.

En Estado de descomposición.