Escuela “Cruz Gálvez”: la esperanza de José Ballesteros

Era padre de tres en edad escolar y cargaba con la responsabilidad y hacía frente a sus necesidades básicas; la mamá de sus retoños no vivía con ellos

Por: Ricardo Aragón Pérez

Mediante una misiva, escrita en letra manuscrita, pero sin fecha ni lugar de procedencia, don José María Ballesteros se dirigió al gobernador Adolfo de la Huerta y, con un tono de ruego, pidió encarecidamente su ayuda, para que tres de sus hijos, todos en edad de párvulos, dispusieran de un espacio en el internado y escuela “Cruz Gálvez”, argumentando que era pobre, no tenía para sostenerlos ni para darles escuela, además de no tener quién viera por su cuidado, cuando salía a ganarse la vida, “en busca del pan para ellos”, advertía el señor Ballesteros.

Pero quién era don José, cómo era su vida, porque apremiaba al gobernador De la Huerta y qué esperaba del ingreso de sus críos a la “Cruz Gálvez”, una institución educativa y asistencial que no acababa de cuajar; apenas estaba en pañales y lidiaba con no pocas carencias, dado que todo estaba en construcción y las finanzas del Estado pasaban por un déficit abrumador.

José era papá de tres niños, todos en edad escolar. Él solo cargaba con la responsabilidad de los menores y hacía frente a sus necesidades básicas, porque su esposa, la mamá de sus retoños, no vivía con ellos; al parecer la perdieron por una enfermedad mortal.

Por su escrito, se infiere que era una persona acongojada. Se sentía muy solo, desamparado y sin nadie que lo apoyara en la crianza de sus huérfanos de madre; lamentaba la ausencia de su extinta esposa y creía que, por falta de ella, sus hijos crecían sin la educación debida, pues a su modo de pensar, la madre era el elemento principal en la formación de las criaturas.

Además, tenía una imagen ruinosa de sí mismo. Se describía como un don nadie: “un pobre hombre”, sin trabajo remunerado ni bienes de dónde echar mano, para la manutención de sus hijos pequeños; tres desdichadas criaturas que sobrevivían a duras penas, sin la protección de su progenitora y sin escuela.

Hacía 1920, José María Ballesteros pidió socorro al gobernador De la Huerta, necesitaba de su ayuda para paliar sus miserias y favorecer a sus vástagos con “una beca para la escuela Cruz Gálvez”, como consta en su misiva, que a la letra dice:

Ciudadano Gobernador Adolfo de la Huerta

Muy estimado Señor

Siendo yo un hombre solo y careciendo de lo principal, que es el trabajo, para sostener tres criaturas que tengo y motivos que tengo para buscar trabajo me hacen salir… ruego encarecidamente me permita una beca para la Escuela Cruz Gálvez, que creo en ninguna parte estarán tan seguros como en ese plantel, pues mis criaturas por faltarle el elemento principal, que es la madre, se están criando sin educación y además en el peligro de abandonarlos para salir en busca de pan para ellos, por lo que ruego encarecidamente no ponerme ninguna dificultad, compadeciéndose de un pobre hombre que le ruega y le suplica que conceda este favor, quedando eternamente agradecido y anticipándole las gracias y quedando de usted un atento y seguro servidor. José María Ballesteros.

Por último, no debo poner punto final sin antes decir que para don José Ballesteros, persona de cuna humilde y en situación de viudez, sin recursos para sufragar las necesidades más apremiantes de sus tres criaturas, como alimentación y educación, la escuela “Cruz Gálvez” era una salida confiable, quizás la única esperanza para sobreponerse a las miserias y sacar adelante a sus polluelos, más cuando él confiaba a ciegas en el plantel referido y estaba convencido de que en ningún otro establecimiento “estarán tan seguros”.

ricardoaragon60@gmail.com


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