En el ojo del huracán
Ante el mejor político
Pedro Haces Barba. ¿Se acuerda usted del legislador que en una sesión reciente de la Cámara de Diputados estuvo ausente y después su voto apareció en la cuenta como si lo hubiera emitido presencialmente? Aunque él lo negó, al parecer ese día se encontraba en Nueva York como asistente en un juego de la pasada Serie Mundial de béisbol. Desde entonces cobró una singularidad que no había tenido a lo largo de su carrera política.
Después siguió un tanto en el ojo del huracán al trascender que le había prestado un helicóptero al diputado Ricardo Monreal, su jefe político y amigo. En este contexto, recientemente fue entrevistado por el periodista Francisco Garfias para su amena columna titulada Arsenal. En ese diálogo afloraron datos interesantes. Por ejemplo, el diputado Haces es también dirigente de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM). Esta debe ser una especie de CTM grandota o chiquita.
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El caso es que el periodista Garfias le pregunta a Haces si aspira a ser Fidel Velázquez. Su respuesta fue muy elemental: "No quiero caer en esos vicios. No puedes estar sentado tano tiempo en una silla, sin movilidad". Aunque en realidad ha iniciado su tercer y último periodo como dirigente de esa organización. Cada periodo es de seis años.
En la entrevista se le menciona que dicen que su comportamiento no empata con la austeridad republicana que presume la Cuarta Transformación. La respuesta de Haces es fantástica: "Soy un hombre congruente. Toda mi vida he sido el mismo. No soy hipócrita como muchos políticos en este país que esconden lo que tienen". E hizo un agregado rebosante de sinceridad: "Yo no tengo por qué esconderlo (lo que tiene). Tengo empresas en España, en Las Vegas, en México, desde mucho antes de que CATEM existiera. Pagan impuestos. Mi forma de vida la voy a seguir llevando siempre igual. Soy un hombre feliz".
Debe ser bueno (y hasta necesario) que en un país sus políticos se declaren felices. Este es el rango existencial por definición. El problema es que por lo visto no resulta tan fácil alcanzarlo. Pero de algo ha de importar que quienes sirven al país lo hagan reconociéndose felices y contentos. Este es un buen principio para todo y por todo. Por lo menos así lo postulan los manuales diseñados para lograr la trascendencia personal en un mundo como el actual. La felicidad siempre es un objetivo por el que se lucha permanentemente por alcanzarlo, lo que, bajo ciertas circunstancias, no debe ser difícil de lograr, aunque los hechos no siempre suceden de esta manera. Al final, no deja de sorprender que un político (con renombre o sin él) se declare feliz.
Más allá de estas consideraciones, singularizadas por una tremenda obviedad, quizá pueda ser interesante preguntar quién es el mejor político que hay actualmente en México. No estamos alejándonos del tema original de la plática. El asunto salió a relucir cuando Francisco Garfias le dijo a Pedro Haces que hay quienes dicen que perjudica la imagen de Ricardo Monreal con su actuación. Haces respondió: "Cada quien es responsable de sus hechos". Y, contundente, añadió que Monreal es el mejor político que hay en México. "Por eso también el golpeteo", dijo. "A los que brillan los quieren apagar", añadió.
Por lo demás, resulta sumamente llamativo que se diga de alguien que es el mejor político de México. No debe ser cualquier cosa postular una afirmación de ese género, obviamente si se habla con seriedad. Por eso casi nunca se producen dichos de ese calibre. Incluso, hasta parecería un tanto infantil salir de repente con un señalamiento que ubique sólo porque sí al mejor político de México. Esta es una adjudicación que en cualquier parte del mundo no debe ser fácil discernir y mucho menos plantearla en público un tanto como si no hubiera infierno.
Políticos hay muchos en un país como el nuestro. Aptos y talentosos. También debe haber los que se sienten mejor en los oscuros y tenebrosos ámbitos de la "grilla". Pero existen personajes que en un momento dado no se puede distinguir si lo que hacen es política o "grilla". Por eso a veces la política parece un quehacer tortuoso e ineficaz, cuando debería ser todo lo contrario, según postulan los que saben de estos menesteres.
Al final, no puede olvidarse que un país es lo que son sus políticos, para bien o para mal. Por eso, más que perder el tiempo en deliberaciones como las anteriores, mejor sería esperar o exigir que los políticos sean cada vez mejores y brillantes tanto en su decir como en su actuar, sin esperar necesariamente el calificativo de "mejor". En ese intento podría abrirse paso el que significa lo contrario: peor.
armentabalderramagerardo@gmail.com