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Las Plumas

El novio de mi mamá

El novio de mi mamá

Justo cuando menos imaginaba que pasaría, sucedió, y es que desde que mi mamá se quedó viuda hace más de 25 años, en son de broma yo siempre le decía que se buscará un novio que la quisiera mucho y que, de pasadita, la mantuviera; pero ella siempre contestaba lo mismo: “¡Estás loco!”

Yo lo decía en serio, pues sé que mi mamá nunca fue feliz. Desde que era niña le tocó, por ser la mayor, la responsabilidad de encargarse de sus 7 hermanos y en parte de los quehaceres de la casa. Les ayudaba con las tareas, los llevaba a la escuela, les preparaba de comer, los entretenía y hasta los tenía que bañar, según me contó, por lo que nunca tuvo tiempo de vivir su juventud libremente.

Años después, en una de esas pocas escapaditas que se dio de sus “responsabilidades” con sus amigas, conoció a quien sería mi padre. Él era un hombre muy atractivo, cuenta mi madre, quien a base de palabras bonitas y una que otra rosa logró enamorarla y al año de noviazgo se casaron... y más tardó en llegar el verano que la cigüeña. Y así, poco a poco, y mes tras mes, su casa se fue llenando de hijos. No tantos como los que tuvo mi abuela, pero sí la mitad.

Con la llegada de cada retoño las responsabilidades escolares y económicas fueron aumentando cada vez más complicando las cosas porque desde recién casados ella se dio cuenta que a él, más que trabajar, le gustaba salir a divertirse con sus amigos y a echarse la copita, y sobre todo quedarse hasta tarde en la cama, motivos suficientes para no lograr tener un trabajo estable, y ella tenía que salir al quite para mantener a la familia. Total, que desde que mi madre tuvo uso de razón se había dedicado a trabajar, trabajar y a tratar de complacer a todos, menos a ella misma.

Ya después de que todos mis hermanos se casaron, ella se sintió muy sola y comenzó a ir hasta dos veces al día a la iglesia con tal de salir un poco, y en una de esas veces, en la kermes que hacían cada mes de mayo para reunir fondos para la iglesia, comenzó a tratar al señor que cantaba la lotería en uno de los puestos. Digo tratar porque ya lo conocía de hacía mucho tiempo. Él era viudo también, total que fueron conociendo y descubrieron que la pasaban muy bien juntos, entonces él se hizo de valor y le pidió a mi mamá que fuera su novia. Ella le dijo que lo tendría que pensar muy bien, que ya no eran unos chiquillos para andar de manitas sudadas. Él le dijo puedo esperar por siempre, tengo tiempo.

Quince ella le contestó que sí quería ser su novia. Desde entonces mi madre, de 77 años, luce sonriente y optimista. Por supuesto que no le gusta que su novio la abrace o la bese enfrente de la gente, y en cuanto la toca ella le quita la mano y se pone roja, él sólo se ríe pues sabe que en el fondo ella lo quiere. Cuando van a misa, mi mamá le dice que entre un poco antes para no entrar juntos, pues le preocupa lo que va a pensar la gente. Él solo sonríe…

Yo desde lejos los veo y me llena de alegría que haya hoy en día unos novios de casi 80 años. Bien dicen que para el amor no hay edades.

“Dame amor, dame amor, dame paz mental” George Harrison

Jesushuerta3000@hotmail.com