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Las Plumas

Dios del Sol; ha llegado el verano

Jesús Huerta Suárez

Y bien, el señor Sol de nuevo ha sentado sus reales en estas tierras yertas. Y como siempre, para la mayoría, la llegada del calor parece ser algo nuevo y no cesan de quejarse. Para mí, cada verano, es una nueva aventura, ya que por anticipado me hago a la idea. Este tiempo tiene sus bondades; nos regala días muy largos e inefables atardeceres. Te saca de golpe litros y litros de toxinas al excretar el sudor, mismo que juega el noble papel de refrescarnos un poco cuando llega a haber algún aire. Es en estos meses que las plantas y árboles estoicamente soportan las inclemencias de su patrón. Muchas de ellas mueren en el intento y muchas otras sobreviven, más en Cajeme en donde va para dos años sin lluvias, por lo que todas y cada una de sus hojas se dan sombra entre si y, a la vez, permanecen ávidas de la dulce agua para dirigirla a sus entrañas.

En las calles, alguna gente busca hasta la sombra de los cables de la luz o camina pegada a la pared tratando de evitar los fuertes rayos del sol. En ciertas partes, cual flores, las sombrillas salen a relucir. Los cuerpos visitan la regadera varias veces al día y ni así encuentran el regocijo del frescor. Los vasos de agua helada se vuelven imprescindibles, aunque hay muchos que, aún en estos días, se olvidan de beber del cáliz de salvación, forzando extremadamente al organismo, hasta el grado de morir de sed o por un golpe de calor.

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Las cucarachas salen de sus refugios; lo mismo que los reptiles. La humedad y el calor dan vida a millones de moscos. El sudor nos acaricia hasta las partes más íntimas. Es ardiente y ardiente te vuelves.

Aun con todo esto, en nuestro pueblo no hay del todo una cultura del pañuelo y el sombrero. Es casi imposible de creer, pero así es. Sumado a los arduos trabajos del sol del verano, algunos desconsiderados prenden fuego a la pajilla del trigo convirtiendo el ambiente en un infierno, y, lo peor, es que muchos de ellos llevan las ganancias a sus cuentas en Estados Unidos y nos dejan la humareda y más calor. Es el tiempo de verano.

Los gatos y perros que yacen embarrados en el pavimento al ser atropellados huelen a carne asada. Los rostros y los cuerpos, en la búsqueda del ADN que guardamos del África, se ennegrecen.

Gente de fuera nos visita y se sorprende de vernos aguantar el calorón. No creen posible que podamos vivir aquí, pero les digo que para mí, el principal problema del ardor, no es el sol, sino los altos recibos por el costo de la luz. Y les recuerdo que tenemos más de 8 meses de buen clima, mientras destapamos otra cerveza biieenn helada, como diría el párroco desde el púlpito.

Es en el verano cuando nacen muchos amores. Es también, el momento de esperar con ansias las noches, en donde, por lo general, todos hablan de cómo le hicieron para evadir en lo posible los brazos del sol.

Ha comenzado el verano; sálvese quien pueda, y mientras, pidámosle a Dios, que meta en cintura a Tláloc y nos mande hartas lluvias, y que se ponga a trabajar el señor de los vientos, a cambio prometamos portarnos bien, de una buena vez. Salud.

“Toda mi vida he estado esperando, hasta que tú me encendiste; ya no hay duda alguna, estoy llegando al sol”: Grand Funk