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Las Plumas

De ver dan ganas

Jesús Huerta Suárez

¿Quién será tan pobre que no tenga una cama calientita para dormir sus anhelos y descansar sus huesos? Una cama tibia aunque esté mullida es necesaria para todos, así como es el agua.

Una cama templada donde reposar el cuerpo después de una larga jornada de trabajo en estos días fríos. Tenerla en casa esperándonos puede servir de consuelo hasta para el moribundo.

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Yo soy uno de esos afortunados a quien le espera una celosa cama tibia al final del día, y con suerte en alguna tarde.

Y cuando te levantas en la media noche al baño, tu cama calientita te pide que te apures, por eso a veces terminamos con tremendos golpazos en las espinillas o en los dedos de los pies que tardan en sanar por andar de prisa y a tientas.

Recuerdo una noche oscura, en que el gélido viento de invierno se colaba por cada rendija de puertas y ventanas de mi humilde morada, haciendo que mis huesos titiritaran para tratar de calentarse. Esa noche tuve un triste sueño en el que veía desde lo alto a un pueblo que por su avaricia y falta de previsión había acabado con cuanto árbol y rama hubiera a su alrededor. Ahora ellos estaban sumidos en la tristeza por no poder cocinar sus alimentos, pero sobre todo, porque su pobreza de espíritu no les alcanzaba para calentar a sus familias. Su sombra se veía más grande que su alma. Hacía frío. De fondo se escuchaban  maullidos y lamentos de personas y algunos animales. Esos maullidos y lamentos, de tan intensos, me despertaron, entonces me di cuenta que junto a la puerta estaba mi fiel perro guardián. Sentí lástima por él y me levanté para abrirle la puerta y dejarlo pasar. Le hice un tendido a mi lado y lo cobijé. A la media noche, me levanté al baño, como todos lo hacen, supongo, y al regresar encontré al perro en mi cama. El muy tramposo invadió mi lecho, y no sólo eso, para asegurarse de que no lo molestara orinó colchón y cobijas. Y yo que había sentido lástima por él y lo dejé entrar. Ahí estaba, entonces, en la madrugada cambiando sábanas y cubiertas, muriéndome de frío y enojado, pues había olvidado que el perro era un animal que marcaba su territorio…

Cuántas historias se engendran en una cama tibia. Historias que te permiten olvidar que te han olvidado.

Una cama tibia convierte las sábanas y cobijas en una amante silenciosa. En una cómplice. Por eso siempre digo que de noche o de día, una cama es la mejor compañía, y entre tú y yo, ella es la única que no se rajó.

“¿Cómo puedes dormir si las camas están ardiendo?” Midnight Oil.

Jesushuerta3000@hotmail.com