De política y cosas peores
Nadie en Coahuila habrá que niegue que el gobernador Miguel Riquelme ha hecho del Estado un lugar seguro para vivir y trabajar
"Estoy dispuesto a casarme contigo -le dijo el labioso galán a la linda chica a la que cortejaba con pérfida intención-. Pero tú sabes que soy jefe de compras de una importante empresa, y como buen jefe de adquisiciones necesito una muestra de la mercancía antes de hacer el pedido". Respondió la muchacha: "Muestras no te puedo dar, pero referencias te daré todas las que quieras". Don Hamponio, el narco de la esquina, caminaba con su esposa por la avenida Masaryk, de Polanco, en la Ciudad de México. En una tienda la señora vio una bolsa que le gustó. Don Hamponio tomó un ladrillo que estaba tirado en la acera; con él quebró el escaparate, cogió la bolsa y se la entregó a su mujer. Los dueños del establecimiento no querían indisponerse con el régimen. Aplicaron la política de "abrazos, no balazos", y dejaron que el delincuente y su pareja se marcharan. En otra tienda de la misma calle la esposa de don Hamponio vio un anillo de brillantes. Se repitió la historia: el maleante agarró otro ladrillo, rompió el aparador, sustrajo el anillo y se lo dio a su antojadiza cónyuge. Igual sucedió con un lujoso reloj: antojo y ladrillazo. Cuando la señora vio un brazalete de esmeraldas y quiso tenerlo, entonces sí don Hamponio ya se molestó. Le dijo con enojo a la mujer: "Bueno: ¿acaso piensas que los ladrillos se dan en árboles?". Nadie en Coahuila habrá que niegue que el gobernador Miguel Riquelme ha hecho del Estado un lugar seguro para vivir y trabajar. Cuantas veces la delincuencia organizada ha intentado sentar sus reales en la Entidad se ha topado con la contundente respuesta de las corporaciones Militares y Policíacas Federales, Estatales y Municipales, cuya estrecha colaboración ha dado excelentes resultados en bien de los coahuilenses y de las empresas que en Coahuila se han establecido. Y es que ahí los hombres violentos han hallado resistencia, como sucedió hace días cuando un grupo de civiles armados fue detectado por la Policía Estatal en territorio coahuilense, sobre la carretera Hidalgo-Piedras Negras. Tras un enfrentamiento a tiros los delincuentes se vieron obligados a huir. Sucede que las bandas criminales que pretenden sentar sus reales en Coahuila no son recibidas con abrazos, sino con balazos, contrariamente a la política de Yasabesquién, que ha hecho de gran parte del territorio nacional un vasto cementerio. Como ciudadano de Coahuila agradezco por medio de estas líneas la arriesgada y valerosa labor de las fuerzas de seguridad y de sus jefes, y reconozco la eficiente coordinación que de ellas hace el gobernador Riquelme junto con los alcaldes de los municipios y la ciudadanía. ¿Será posible que haya un cuento al mismo tiempo infantil y sicalíptico? El que sigue puede inscribirse en esa rara especie. Pinocho le hacía el amor a la Muñeca Fea. Ella estaba feliz, pues sólo la querían la escoba y el recogedor, el plumero y el sacudidor, la araña y el viejo veliz. Había un inconveniente, sin embargo. Como Pinocho era de madera, en el curso del “in and out” le clavaba a la Muñeca astillitas en partes muy sensibles. Ella se lo dijo, y Pinocho consultó el caso con Geppetto, su papá. "No hay problema" - dijo el anciano carpintero. Y así diciendo le entregó varias hojas de papel de lija y lo instruyó para que con ellas se frotara en forma concienzuda la correspondiente parte hasta dejarla lisa y bien pulida.
Días después Geppetto (diminutivo italiano de Giuseppe) le preguntó si la Muñeca Fea ya no se quejaba de las astillas. "¿La Muñeca Fea? -repitió Pinocho con voz lánguida-. ¿Quién necesita ahora a la Muñeca Fea?". (No le entendí). FIN.