De política y cosas peores
Detesta la arrogancia de ciertos dignatarios que se sienten príncipes de la Iglesia, y experimenta náuseas ante la soberbia de algunos laicos...
Doña Taisia fue a confesarse con el Padre Arsilio. El señor cura la conocía bien, y sabía de su principal debilidad. Le preguntó: "¿Le eres fiel a tu marido?". Respondió ella: "Con bastante frecuencia, padrecito". No diré el nombre de este amigo mío. En nuestro círculo -bastante cuadrado a veces- lo consideramos un poco hereje y bastante anticlerical. Explica su posición diciendo que ha tenido broncas con mujeres movidas por obispos y con algún obispo movido por mujer. Detesta la arrogancia de ciertos dignatarios que se sienten -¡en este tiempo!- príncipes de la Iglesia, y experimenta náuseas ante la soberbia de algunos laicos que por el hecho de asistir a los ritos eclesiales se creen amigos personales de Dios, piensan que ya están salvos por adelantado y miran como réprobos a los demás. Puede aportar testimonios sobre la pederastia de clérigos y religiosos, y recuerda al monseñor que aconsejaba a los involucrados: "Ya que no pueden ser castos, sean cautos". ¿Por qué, entonces, este amigo mío no sale del seno de la Iglesia? Primero, porque en él nació y no quiere faltar a la memoria de sus padres y de sus abuelos, que le inculcaron con fervor su credo. Luego, porque la ama. Ama a la Iglesia y valora los inmensos y bellos tesoros que guarda de fe divina y arte humano. Y después porque mira la devoción con que se entregan a su tarea innumerables sacerdotes, religiosas y religiosos que, fieles a su vocación, trabajan cada día por el bien de las almas y por remediar en lo que pueden las pobrezas corporales de sus feligreses. Ante ellos se inclina mi amigo -él mismo lo manifiesta-, y pone como ejemplo de esa conducta al actual obispo de su diócesis, cuya sencillez y dedicación a su labor, dice con expresión ya poco usada, lo edifican. Más aún: mi amigo se declara fan del Padre José de Jesús Aguilar Valdés, a quien describe como un extraordinario comunicador que se vale con gran eficacia de los modernos medios electrónicos para difundir al mismo tiempo con amenidad y sabiduría los temas del catolicismo, y guiar a los creyentes -Cicerone inigualable- por los lugares de México y del mundo relacionados con la fe. Por él supo mi amigo que ayer fue el día de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, tan necesitados aquí de su protección en estos tiempos en que son victimados por la violencia criminal y hostigados de continuo por un régimen autoritario, absolutista, que ve a todo disidente como elemento pernicioso y a todo crítico como enemigo al que se debe vigilar y llevar el registro de las veces que osa hacer un señalamiento desfavorable a la 4T. San Francisco de Sales nos proteja e ilumine a mi amigo, el aprendiz de hereje y buscador de heterodoxias, para que sea un poco menos pretencioso y un poco más humilde. Un pastor protestante, un rabino judío y un sacerdote católico eran buenos amigos entre sí. Cierto día cambiaron impresiones acerca de lo que cada uno de ellos hacía con las monedas que sus respectivos fieles daban como aportación a su comunidad religiosa. Dijo el ministro evangélico: "Yo arrojo las monedas al aire. Las que caen cruz son para el servicio del Señor. Las que caen cara son para su servidor". Manifestó el rabino judío: "Yo también arrojo las monedas al aire. Las que caen de canto al suelo y se mantienen ahí en equilibrio, son para el Señor. Las demás son para mí". Declaró el cura católico: "Al igual que ustedes yo arrojo las moneda al aire, y al arrojarlas le digo al Señor: "Padre: toma las que necesites para ti; las demás déjalas que caigan para que este pobre siervo tuyo las levante y pueda subvenir con ellas a sus necesidades". FIN.