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Las Plumas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

La sesión semanal del Club de Costura “Las Puntadas” se llevó a cabo en la casa de doña Cacariola


La sesión semanal del Club de CosturaLas Puntadas” se llevó a cabo en la casa de doña Cacariola. Lo que ahí vieron las señoras asistentes no es para contarse, motivo por el cual lo contaré. Las socias estaban ya disfrutando la merienda cuando de pronto entró en la casa don Las­civio, el marido de doña Cacariola, acompañado por una exuberante fémina. Sin más ni más la pareja se tendió sobre la alfombra de la sala y ahí llevó a cabo el antiguo rito natural ante la estupefacción y azoro de la concurrencia. Doña Cacariola les dijo a sus amigas: “Y lo que más me molesta es que luego me da una explicación que siempre se antoja razonable”. “El pueblo / unido / jamás será vencido”. Ese lema de las izquierdas sonaba, sonoro, en las manifestaciones. Desde luego “el pueblo” era solamente el proletariado. (Esta palabra, dicho sea de paso, se originó en Roma. Aludía a aquéllos que no podían dar a la república más que prole, es decir hijos). En la noción izquierdis­ta del vocablo quienes pertenecen a la clase media y alta no son pueblo. El término inglés “people”, usado por Lincoln en su célebre definición de democracia, es más amplio; abarca a todos los ciudadanos por igual.

En pocos países del mundo la brecha entre ricos y pobres es tan ancha como en México. Y lo peor es que todo indica que esa brecha se está enanchando cada día. Pese al plausible y expresivo lema “Los pobres primero”, los datos oficiales indican que el número de pobres ha crecido considerablemente.

Se podrá culpar de eso a la pandemia o a la crisis económica mundial, pero las cifras ahí están. Si a eso se añade la criminalidad rampante ya se verá que los mexicanos no estamos viviendo precisamente en el mejor de los mundos posibles. Aunque a veces sufro ataques súbitos de pesimismo -¿a quién no le asalta alguna vez la frustración?- sigo pensando que ya vendrán tiempos mejores, y que el pueblo -todo el pueblo- no será vencido, pues tenemos recursos materiales y morales que, con nuestro trabajo y nuestra participación cívica, habrán de sacarnos adelante. Mayores y más graves crisis hemos visto, y siempre las hemos superado. Lo que digo no está hecho con la materia de la ingenuidad, sino de la esperanza, y se fortalece con el conocimiento de la que antes se llamaba “historia patria” y que ahora, con eso del lenguaje inclusivo, quién sabe cómo se llamará. La palabra “patria” viene de “pater”, que es el padre, y eso será tildado de sexismo por algu­nas activistas. (Y también por algunos activistos). Dulcimela le pidió al galán que la cortejaba: “Me gustaría conocerte más. Dime cuáles son tus valores, tus principios, tus ideales, tus sueños, tus ilusiones, tus ingresos.”. Doña Macalota le dijo a su esposo don Chinguetas: “Creo que el coche no va a funcio­nar por algún tiempo”. “¿Por qué?” -preguntó él. Explicó la señora: “Tiene agua en el motor”. “¿Agua en el motor? -se extrañó don Chinguetas-. No puede ser. Voy a revisarlo. ¿Dónde está el coche?”. Con­testó, apenada, doña Macalota: “En la alberca”. La maestra de Pepito habló con él: “Últimamente tus calificaciones han bajado. ¿A qué crees que se deba eso?”. Explicó el chiquillo: “A que estoy enamorado”. La maestra sonrió: “Qué bueno, Pepito. Y ¿se puede saber de quién estás enamorado?”. Respondió el crío: “De usted. Y le pido que nos casemos”. “Vaya, vaya -volvió a sonreír la profesora.-, Es cierto que siem­pre he deseado tener un marido, pero no un niño”. Sugirió Pepito: “Nos cuidamos”. FIN.