Las Plumas

De política y cosas peores

De política y cosas peores

En el campo nudista el nuevo socio le dijo a la estupenda chica: “Me impresiona mucho conocer a una mujer tan atractiva como usted”. Replicó ella: “Sí; ya me di cuenta”. La guapa y ambiciosa Loretela le dijo a su pretendiente: “Lo que yo quiero es un novio guapo, inteligente, simpático, educado, culto, rico, Pancho”. “Caramba -replicó desolado el galancete-. De todos esos requisitos el único que lleno es el de Pancho”.

En el bar la hermosa mujer rechazó al individuo que le invitó una copa con evidentes propósitos eróticos. “Lo siento -le dijo-. Hace dos años me prometí a mí misma no volver a hacer el amor sino hasta encontrar al hombre perfecto”. “¡Caramba! -se admiró el frustrado galanteador-. Eso debe ser algo muy difícil”. “Lo es -admitió la mujer-. Sobre todo, para mi marido”. Desde siempre -quizá desde antes- he admirado a Enrique Krauze. Lo considero un liberal sin jacobinismos, un patriota sin patriotería, un historiador sin dogmatismos y -rara avis- un intelectual sin pedantería. Por eso me alegró que el rey Felipe de España le entregara el Premio de Historia Órdenes Españolas correspondiente a este año. Desde luego -obvio es decirlo- el autor de “La presidencia imperial” es merecedor de ese reconocimiento. Aun así me hago una pregunta que me mueve a sospechar que a lo mejor soy como la viejecita que al confesarse le decía al sacerdote: “Acúsome, padre, de que levanto falsos que luego salen ciertos”. ¿No habrá sido el otorgamiento de ese premio al gran historiador mexicano un elegante modo diplomático de dar cachetada con guante blanco al presidente  que ciertamente no quiere bien a Krauze y aprovecha toda oportunidad para atacarlo y decir mal de él? ¿No será esto una sutil respuesta a la desatentada exigencia que AMLO presentó a España a fin de que pidiera perdón a los aborígenes del nuevo mundo por los agravios que en el curso de la Conquista y la Colonia se cometieron contra ellos? “Todo es gracia”, decía Bernanos hablando de lo ultraterreno. Si de lo terrenal se trata bien podríamos decir que todo es política. Suplico a los que saben de ella, y de cuestiones diplomáticas, no tomar a la ligera mi teoría (tampoco la vayan a tomar a la pesada), pero independientemente de toda tesis especulativa felicito a Enrique Krauze, el más acabalado intelectual que tiene México, y le envío un abrazo prepandémico lleno de admiración y afecto. La joven mujer dio a luz felizmente. En la sala de partos la enfermera le pidió al orgulloso padre: “¿Me da por favor el nombre de su esposa?”. Inquirió con cautela el sujeto: “¿Es necesario involucrarla a ella en este asunto?”. La chica adolescente interrogó a su padre: “¿Es cierto, papi, que en algunos países de Oriente el hombre no conoce a su mujer sino hasta que se casa con ella?”. “Hija mía -suspiró el señor-. Eso sucede en todos los países”. Acaba de salir al mercado el Viagra Light. Te alcanza para no mojarte los zapatos al mear. El joven Gerineldo casó con una oficial de tránsito. La noche de las bodas ella le aplicó tres multas: por no usar casco, por exceso de velocidad y por entrada equivocada”. Doña Clorilia les contó a sus amigas en la merienda de los jueves: “Mi marido y yo tenemos 25 años de casados, y todas las noches, sin faltar ninguna, él arriba y yo abajo”. “¿De veras?” -se asombraron las amigas-. “Sí -confirmó doña Clorilia-. Dormimos en literas”. La linda chica le reclamó con enojo a su galán: “No te interesa ni mi alma ni mi mente. Lo único que haces cuando estamos juntos es verme las bubis”. “No es cierto” -negó el tipo. “Sí lo es -insistió la chica-. A ver: ¿de qué color tengo los ojos?”. Arriesgó el salaz sujeto: “¿36B?”. FIN.