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Cuba, otro mundo (parte 1)





Por eso, hoy he decidido com­partir con ustedes la primera parte de un proyecto denomina­do "Revolución 60" en el que Ale­jandro de la Fuente, Director del programa de Estudios de Cuba en la Universidad de Harvard, habla de "Cuba hoy: la pugna en­tre el racismo y la inclusión".

Es un tema por demás apa­sionante y por eso lo presento para que usted lo analice junto conmigo y llegue a sus propias conclusiones:

"Es una escena común: cuatro turistas españolas, en compañía de dos hombres afrocubanos, se dirigen a uno de los muchos clubes nocturnos de La Habana: "Ustedes sí, pero ellos no", les dice el portero, "la casa se reser­va el derecho de admisión". Las turistas protestan, caracterizan­do tales prácticas como propias de "un país racista", pero sus compañeros no logran entrar. Hay que probar suerte en otro establecimiento, a ver si admiten negros.

"El portero del club, Yúnior, es también negro. Graduado de Contabilidad y Finanzas por la Universidad de La Habana, Yúnior es un vivo ejemplo de las contradicciones y tensiones ra­cializadas que caracterizan a la sociedad cubana contemporánea. Tras concluir sus estudios obtuvo un puesto de profesor, pero lo abandonó para buscar trabajo en el sector privado.

"Las prácticas laborales pri­vadas, sin embargo, son abierta­mente racistas (y sexistas), como lo ilustra el anuncio a través del cual obtuvo su empleo: "Se busca personal calificado con experien­cia: dependientes (mujeres, tri­gueñas o rubias, de buena figura y con idiomas) y seguridad y pro­tección (hombres fuertes de co­lor)". El salario de profesor (unos 20 dólares mensuales) no alcan­zaba, así que Yúnior decidió bus­car trabajo donde no importa su educación, sino atributos físicos supuestamente asociados al co­lor de la piel: negro y fuerza bru­ta. La contabilidad y las finanzas son cosas de blancos.

"O del decadente sector pú­blico, donde, como muestra la experiencia de Yúnior, es posible para los afrocubanos "que según el censo del 2012 conforman el 36 por ciento de la población" obtener posiciones que requieren preparación y que, al menos en el pasado, implicaban cierto re­conocimiento social, pero cuyos salarios apenas dan para vivir.

"Aunque el liderazgo cubano ha sido criticado por la poca di­versidad de la cúpula de poder, durante décadas el sector estatal, prácticamente la única fuente de empleos en la isla, funcionó como un motor de igualdad, dado que sus salarios, legalmente regula­dos, aplicaban a todos por igual, con independencia de circuns­tancias personales como el géne­ro, el color de la piel, el origen so­cioeconómico o las redes sociales y familiares.

"La sociedad igualitaria cuba­na fue el producto de varias de décadas de políticas en pos de la igualdad.