Cristina Kirchner en México
La cargada mediática contra ella, no deja de tener un vergonzoso aderezo de machismo; después de todo la manifestación sociológica de tal patología
Desde que estalló la crisis de la deuda de los países de América Latina a principios de los ochenta y emerge la disfuncionalidad del sistema financiero internacional, a todo gobernante del continente que se oponga a los programas de ajuste fiscal -recortes presupuestales e incremento de impuestos- demandado por los acreedores internacionales, se le orquesta una campaña mediática de descrédito personal, una especie de “destierro social” y de guerra económica contra su país.
Después de la moratoria a la deuda declarada por el presidente José López Portillo (México 1976-1982), quizá sea Cristina Kirchner la presidenta, que, con mayor claridad, valentía e inteligencia, ha denunciado a la banca internacional y a los codiciosos fondos de inversión, cuyo desenfreno por las ganancias especulativas los llevan a despreciar la suerte de naciones y pueblos enteros. Esto le ha merecido, a la ex- presidenta de Argentina, la confección de una campaña cargada de desprestigio, con tintes de odio, epítetos despreciables, persecución judicial e intento de asesinato. La cargada mediática contra ella, no deja de tener un vergonzoso aderezo de machismo; después de todo la manifestación sociológica de tal patología, se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
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Pero Cristina Fernández de Kirchner, no es una ex-presidenta en el retiro, tampoco la ha paralizado la persecución judicial, ni el intento de asesinato en su contra. Su estancia en México fue de una semana, seguramente invitada por Claudia Sheinbaum y corrientes de MORENA cercanas a la presidenta electa, pues durante los seis años del gobierno de López Obrador no recibió invitación para estar en el país. La agenda de la ex- presidenta incluyó, entre otras cosas, reunión privada con Sheinbaum y una presentación magistral, el sábado 3 de agosto, organizada por el Instituto Nacional de Formación Política de MORENA y otras organizaciones similares de América Latina.
El discurso de Kirchner, resultó ser un vaso de agua fresca para un México que durante los últimos años se ha mantenido ensimismado en intensas discusiones internas, ajenas a los factores internacionales y a los componentes geopolíticos que tienen al mundo en un punto crítico de frontera en el que confluyen procesos de grandes oportunidades, pero también de grandes riesgos. Y en esos términos situó Cristina la situación internacional, al referir que, aunque se llegó a pensar en la tercera guerra mundial como una ficción, ahora vemos que los conflictos militares tanto en el Medio Oriente como en la Europa del Este, contienen los elementos para desencadenar una tercera guerra mundial, como consecuencia del “involucramiento de la OTAN, en el conflicto de Ucrania contra Rusia, (lo voy a decir) les guste o no les guste”.
Los aspectos abordados fueron diversos, pero desprendidos de lo que ella calificó como el parte-aguas de la historia presente, después del derrumbe de la Torres Gemelas (2001), cuando se sustituyen las ideologías por el odio, y en torno a él se pretende erigir una especie de Pax Romana determinada por “el primus interpares” angloamericano. Luego ahonda en la parte medular del planteamiento al presentar el surgimiento económico de China, como un elemento que tiene el potencial, no solo de obstruir la conformación de un mundo unipolar, sino más bien de constituirse en un referente exitoso para que las naciones puedan asegurar tasas crecientes de desarrollo económico teniendo como propósito principal la inclusión social.
Cristina Kirchner, pondera el surgimiento de China -considerando que está en camino de constituirse en la primera potencia económica mundial- señalando que la hazaña mayor de esta nación es que lo haga sin repetir la ruta de los imperios, como el inglés, el norteamericano y el francés, que basaron su expansión en procesos de acumulación primitiva apoyados en la “bala y la fuerza militar”. Con respaldo en ello, expone lo que anticipa, como consideraciones propias, y dice: las comparto, aunque otros pudieran no estar de acuerdo.
Explica que después de conocer China, en sus viajes como presidenta de Argentina, se confirmó en la idea de que “el capitalismo ha derivado en una forma de producción de bienes y servicios, y en términos de resultados es la forma más eficiente para poder satisfacer a escalas globales las necesidades de la humanidad”. Y precisa: “El tema es quién conduce el proceso capitalista, quién conduce el proceso de producción de bienes y servicios”. En el modelo occidental, dice, es el mercado el que conduce, “pero en el modelo chino y en el de la mayoría de las economías asiáticas que ahora emergen, son modelos en donde el estado tiene a su cargo la conducción del proceso económico. Por lo tanto, sostiene, “el proceso económico no solo debe dar rentabilidad, sino también inclusión social, porque si no es imposible sostenerlo políticamente…cosa que obviamente el mercado no lo hace, no porque sea malo o sea bueno, sino porque no tiene la responsabilidad de dirigir el Estado”
Exalta el hecho de que China en unas cuantas décadas, produjo una incorporación de más de 700 millones de personas al proceso de producción capitalista y con tono irónico apunta, “pónganle el nombre que quieran, pero no se registra en la historia del capitalismo, desde que nació hasta la fecha, que alguien haya incorporado esta cantidad de gente de la China rural a la economía de producción capitalista”.
Al presentar el ejemplo de China, como un modelo de desarrollo capitalista dirigido por el estado, Cristina, concluye que “no estamos ante dos sistemas antitéticos”. Su explicación rompe con el esquema ideológico que insiste en dividir al mundo en bloques de inclinaciones comunistas versus libre mercado. Y en esa misma dirección insiste, que, con el surgimiento de China, ahora “hay dos nortes”, lo cual obliga a que América Latina se cuide de que no le trasladen ningún conflicto geopolítico, “porque somos el continente más desigual, y si además tenemos enfrentamientos o nos convertimos en escenarios de conflictos globales, ajenos a la región, estamos fritos”. En ese contexto ubicó la crisis de Venezuela.
El mensaje subyacente de Cristina Kirchner a los mexicanos y al próximo Gobierno de Sheinbaum, es que México no puede continuar siendo un viajero incondicional del esquema comercial TLCAN-TMEC, cuya lógica contraria al desarrollo capitalista, se basa en la ponderación de la renta monetaria, aunque esto represente estancamiento económico y exclusión social.