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Las Plumas

"Con permiso"

Y así diciendo tomó por la cintura a su mujer

Con permiso

"Con permiso" -dijo don Verraco. Y así diciendo tomó por la cintura a su mujer, la acostó sobre la alfombra de la sala y procedió ahí mismo a hacerle el amor cumplidamente  ante el asombro y estupefacción de las señoras invitadas a la merienda de los jueves. Terminado el insólito trance que dejó boquiabiertas a las damas el hombre se puso en pie, dijo de nuevo: "Con permiso" y se retiró tranquilamente. La esposa se levantó también y se arregló las descompuestas ropas y el peinado en desorden. Una de las presentes, al parecer persona quisquillosa, le indicó: "Deberías evitar que tu marido haga eso en presencia de las visitas". Respondió la mujer: "Ya lo estoy educando. Antes ni siquiera decía: 'Con permiso'". La caravana de pioneros que en sus carretas se dirigían al Lejano Oeste quedó sitiada por una numerosa banda de belicosos pieles rojas. La flecha de uno de ellos atravesó el cuello del guía de la caravana. Imposibilitado para hablar el hombre escribió en un papel: "El que tenga más balas vaya a Picadillo (se pronuncia Picadilo) y pida auxilio". Nadie quería ir: salir a campo abierto era exponerse a una muerte segura. Pancho el Mexicano leyó el papel y dijo de inmediato: "¡Yo soy ése!". Montó en su veloz corcel llamado El Temerario y se lanzó contra las filas enemigas. Los pieles rojas le dispararon sus rifles, sus lanzas y sus flechas, pero Pancho pasó entre ellos sin siquiera hacer uso de su Mitihueso -así le decía él a su pistola Smith y Wesson- ni de su rifle Winchester '73. Logró llegar a Picadillo (se pronuncia Picadilo), y llevó a la caballería del ejército al lugar donde los indios tenían sitiados a la caravana. Los pieles rojas huyeron al ver a los soldados. Los colonos aclamaron como héroe a Pancho el Mexicano, y uno de ellos le preguntó: "¿Por qué no les disparaste ni con tu pistola ni con tu rifle a los indios que te perseguían?" Explicó Pancho: "Porque no tenía balas". "¿Cómo es posible? -se sorprendió el otro-. ¿Entonces por qué dijiste: 'Yo soy ése' cuando viste el papel que escribió el guía? Decía: 'El que tenga más balas.'". "¡Ah qué la tiznada! -exclamó Pancho-. Yo leí: 'El que tenga más bolas". El duque Sopanela acudió a la consulta de un doctor, pues se sentía muy débil. El médico le preguntó su edad. "80 años". "Y ¿a qué atribuye usted su debilidad?". "Posiblemente se deba -aventuró el duque- a que le hago el amor a la mucama de mi casa todos los días de la semana, menos uno". El facultativo se asombró al escuchar la respuesta de su paciente y decidió verificar el dato. Llamó por teléfono a la mucama, y ésta confirmó lo dicho por su patrón: en efecto, el señor duque le hacía el amor todos los días de la semana menos uno: el jueves. "¿Por qué el jueves no?" -inquirió el médico. "Es el día que descansan el mayordomo y el valet". "¿Y qué tienen que ver en esto el valet y el mayordomo?". Explicó la mucama: "Son los que ponen al señor duque arriba de mí y luego lo ayudan a bajarse". Candidito, joven varón sin ciencia de la vida, se sentía sumamente atraído por Dulcibel, pizpireta muchacha que a nadie le negaba nunca un vaso de agua. La extremada timidez de Candidito, por desgracia, le impedía expresarle su sentimiento a la linda chica, pese a que ella no se mostraba indiferente a sus atenciones. El pobre chico se pasaba las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio pensando el modo de declararle su deseo, hasta que por fin imaginó una sutil manera de darle a conocer su intención. Le dijo, vacilante, a Dulcibel: "Anoche soñé que te invitaba a ir conmigo a mi departamento". Al punto respondió ella: "Eso demuestra que eres menos pendejo dormido que despierto". FIN.

MANGANITAS.

Por AFA

". La Iglesia condena los juegos de azar por ser causa de ruina para muchos.".

         Será cosa del demonio,

        pero la Iglesia, al casar,

        bendice un juego de azar

        que se llama matrimonio.