Beijing fue escenario este miércoles de una demostración de fuerza sin precedentes. En la Plaza de Tiananmen, el presidente chino Xi Jinping encabezó un imponente desfile militar para conmemorar los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Acompañado por dos figuras clave en la geopolítica actual como Vladímir Putin y Kim Jong-un, la imagen de los tres líderes caminando por una alfombra roja, transmitida en cadena nacional, fue interpretada como un claro mensaje de unidad frente a Occidente.

La ceremonia, de 70 minutos, combinó simbolismo histórico y despliegue armamentístico. Miles de soldados marcharon en formación perfecta, mientras el cielo se iluminaba con salvas de artillería y resonaban himnos patrióticos.

Entre el arsenal exhibido destacaron drones submarinos, misiles hipersónicos, sistemas antimisiles y armamento de alta tecnología fabricado por el Ejército Popular de Liberación.

Analistas incluso identificaron lo que podría ser un prototipo de arma láser, lo que refuerza la narrativa de autosuficiencia militar que Xi subrayó en su discurso: "El rejuvenecimiento de la nación china es imparable".

La presencia de Putin y Kim no fue casual. Rusia enfrenta sanciones internacionales por la invasión a Ucrania, mientras Corea del Norte continúa aislada por su programa nuclear y violaciones a los derechos humanos.

Esta cita les permitió proyectar poder y cohesión frente a sus adversarios. Para Kim, que rara vez sale de su país, el viaje en tren blindado junto a su hija Kim Ju Ae simbolizó continuidad dinástica y apoyo estratégico.

El evento dejó en claro el surgimiento de un bloque autoritario decidido a desafiar la hegemonía occidental.

Expertos advierten que esta alianza, respaldada por gestos como el desfile de Beijing, podría alterar el equilibrio geopolítico y acelerar la carrera armamentista global.
Las imágenes del trío Xi-Putin-Kim en Tiananmen, con tanques, misiles y banderas ondeando, marca un capítulo clave en la narrativa de confrontación entre potencias.