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El Juego del Calamar: Situación socioeconómica de Corea del Sur que inspiró la serie

El éxito de la trama es un reflejo de la desigualdad en la población surcoreana, la cual juega un papel protagónico en la vida de muchas personas

El Juego del Calamar: Situación socioeconómica de Corea del Sur que inspiró la serie

Squid Game o El Juego del Calamar no es simplemente el típico drama coreano, ya que cuenta con una narrativa despiadada y macabra. La serie presenta una mordaz reflexión sobre la desigualdad socioeconómica en Corea del Sur, un tema que resuena globalmente.  



La historia gira en torno a un grupo de personas en bancarrota y desesperación que participan en seis juegos infantiles con reglas mortales. Solo uno puede ganar el premio de 46,5 mil millones de wones (unos 40 millones de dólares), mientras los perdedores son eliminados, literalmente. 



La serie explora las motivaciones y las vidas rotas de sus participantes: un desempleado arruinado por las apuestas, un anciano enfermo de cáncer, una desertora norcoreana, un trabajador inmigrante pakistaní y otros personajes atrapados en las trampas del capitalismo.  



UN RETRATO DE LA DESIGUALDAD EN COREA DEL SUR  

La trama no solo es entretenida; es un reflejo de las crecientes disparidades económicas en Corea del Sur. La deuda de los hogares ha superado el 100% del PIB, dejando a muchas familias vulnerables. El 20 por ciento más rico posee un patrimonio neto 166 veces mayor que el del 20 por ciento más pobre, una brecha en constante aumento.  



La serie también aborda temas como el desempleo juvenil, los altos costos de vivienda y la explotación de trabajadores migrantes. Las dificultades económicas se agravan con las tasas de interés al alza y las restricciones crediticias, lo que lleva a algunos a depender de prestamistas peligrosos.  



CRÍTICA SOCIAL EN SQUID GAME

Más allá de Corea del Sur, Squid Game se conecta con una audiencia global al abordar problemas universales como la corrupción, la explotación y la lucha por el éxito en economías desiguales. Las referencias a las megaiglesias y a los chaebols (grandes conglomerados empresariales) critican la hipocresía de las élites que acumulan poder mientras perpetúan la opresión.  



Con su brutal honestidad, El juego del calamar no solo entretiene, sino que obliga a reflexionar sobre las estructuras que generan ganadores y perdedores en nuestras sociedades. Aunque el final deja abierta la posibilidad de una segunda temporada, el mensaje de la serie es claro: las luchas que retrata están lejos de terminar.