Había una vez una niña llamada Caperucita Roja que salió del bosque medieval para instalarse, contra todo pronóstico, en el corazón de Hermosillo, así como narra la historia que nació en 1679 con Le Petit Chaperon Rouge, del escritor francés Charles Perrault, y siglos después se convirtió en una de las esculturas infantiles más singulares del mundo.
ORIGEN Y UBICACIÓN DE LA ESTATUA DE CAPERUCITA ROJA EN HERMOSILLO
La estatua de Caperucita Roja se encuentra actualmente en las instalaciones de Radio Universidad, dentro de la Universidad de Sonora, y no solo es la única de su tipo en México: forma parte de un selectísimo grupo de apenas siete esculturas similares existentes a nivel mundial.
Su origen se remonta a finales de la década de 1950, cuando Aída Sullivan de Rodríguez, esposa del entonces gobernador Abelardo L. Rodríguez, impulsó la creación del primer kínder público de Hermosillo.
La idea no era solo educativa, sino cultural: acompañar la infraestructura urbana con símbolos que conectaran a la infancia con el arte y la imaginación. Para ello se encargó la obra al escultor sonorense Francisco Blanco Castillo, también pintor y profesor universitario.
La escultura fue develada en 1959, durante el gobierno de Ignacio Soto, y originalmente se encontraba vinculada al kínder que operó en la zona hasta 2012. Aunque el centro infantil nunca llevó oficialmente el nombre de Caperucita Roja, el punto se volvió tan icónico que hasta hoy sigue siendo identificado así por los hermosillenses. Un caso claro de "si el pueblo lo bautiza, así se queda".
¿DÓNDE SE ENCUENTRAN LAS DEMÁS ESTATUAS DE CAPERUCITA ROJA?
De acuerdo con el cronista municipal Ignacio Lagarda, en todo el mundo existen únicamente siete esculturas de Caperucita Roja:
- Barcelona, España (la primera)

- Buenos Aires, Argentina

- Berlín, Alemania

- Castelldefels, España

- Fráncfort, Alemania
- Múnich, Alemania

La de Hermosillo destaca por su discreción, pues nunca ha sido vandalizada, permanece detrás de un cerco y no está en un punto de tránsito masivo. Lagarda la define como "la más callada y silenciosa" de todas las estatuas de la ciudad, pero también como una de las más respetadas.
Hecha en un material distinto al bronce y de tono claro, la Caperucita Roja sonorense es, además, uno de los pocos monumentos femeninos e infantiles en el espacio público local. Su costo fue modesto, alrededor de seis mil pesos de la época, pero su valor cultural es incalculable.
Hoy, más de seis décadas después, la niña de la capa roja sigue esperando, tranquila, a que más personas descubran su historia. Porque a veces, los tesoros culturales no gritan: susurran. Y esta Caperucita lo ha hecho durante generaciones.




