En su más reciente visita a México, la revista Vogue conversó con el artista que se ha convertido en una de las figuras más innovadoras de la música iberoamericana contemporánea.
Si se piensa en la historia de las grandes personalidades de lo que el mundo ha llamado "música contemporánea", se pueden detectar ciertos patrones. Uno de los más evidentes, casi grabado en piedra, es aquel que dicta que los conciertos en vivo son el camino hacia la perfección, y que, una vez recorrido ese trayecto, la reclusión parece ser el siguiente paso lógico: estar en soledad después de la exposición.
Sin embargo, esa lógica parece estar cambiando. Un puñado de artistas con menos de una década de trayectoria profesional, entre ellos Rusowsky, demuestra que el viaje puede comenzar justo al revés.
Esa es una de las ideas que surgen en los camerinos de Ruslán Mediavilla, nombre real del artista, en uno de los recintos de conciertos más grandes de la Ciudad de México. Desde Madrid, llegó al país para presentar Daisy, su más reciente disco, editado a mediados de este año, con el que ha consolidado su proyecto musical como una de las nuevas sensaciones del panorama iberoamericano.
DEL ANONIMATO AL ESCENARIO
"Hasta que yo empecé a dar conciertos nunca había ido jamás a un concierto de nadie", confiesa. "Había asistido a ver música clásica por mis padres, pero nunca había comprado un boleto para ver a alguien. Nunca había estado en un crowd de un concierto en forma. Entonces, para mí fue todo empezar desde cero".
La historia de vida de Ruslán es, a estas alturas, bien conocida. Su madre, profesora de música bielorrusa, le brindó gran parte de su formación musical formal; su padre, español, complementó ese proceso con una selección esencial de discos y canciones de los años 70, 80 y 90. El conservatorio, al que asistió desde pequeño, terminó de moldear su identidad artística.
Ruslán podría haber pasado inadvertido entre las promesas surgidas tras la pandemia. Sin embargo, se ha convertido en mucho más que eso: una voz genuina que redefine el presente musical.
RESTRICCIONES Y CREATIVIDAD LIMITADA
"El primer concierto que di fue para gente sentada, sesenta personas con mascarilla, todos separados y tal. Fue una cosa muy rara", recuerda entre risas.
Hoy, Rusowsky es uno de los proyectos musicales más emocionantes de la escena actual, un ejemplo de cómo la vulnerabilidad, la experimentación y el talento pueden reescribir las reglas de la industria desde una perspectiva profundamente humana.




